1968... Au revoir a la nouvelle vaugue. En París se manifiestan los estudiantes y en el resto del mundo se manifiestan cuatro obras maestras de mi Breve y Particular Historia del Cine. Cuatro cimas intelectuales y artísticas de otros tantos géneros cinematográficos: 2001, Una Odisea del Espacio, El Planeta de los Simios, La Semilla del Diablo y Hasta que llegó su Hora.
Pese a que no soy excesivamente fan de la (re) visión que Sergio Leone tenía del wetern, reconozco que sus películas rebosan momentos inolvidables. En el caso concreto de Hasta que llegó su hora tengo que decir una cosa: la realización y el montaje son magistrales y, en mi opinión, mucho más vigentes y revolucionarios que la mayoría de las propuestas de otras películas históricamente más aclamadas por la crítica cinematográfica que se autoproclama intelectual.
Ver por primera vez esta película sorprende, incluso hoy día, a cualquier cinéfilo de bien. Y mucho. Y muchísimo más en los sucesivos revisionados de un trabajo que considero de imprescindible visionado para todo aquel que aspire a convertirse en / a jugar a ser realizador de cine (y lo digo yo, con el aval que me da el hecho de trabajar como administrativo en una oficina).
En la memoria de cualquier aficionado perdura el recuerdo de la escena inicial en la estación de tren (que ya vimos en Solo Ante el Peligro) pese a que no son pocos los que encuentran la duración de la tensión leoneiana (15 minutos) un pelín exasperante.
No es mi caso. Y si Hasta que llegó su hora no ocupa un lugar de honor en el olimpo de mis películas favoritísimas es por culpa de mi irracional fobia hacia el careto de Charles Bronson y su churrupeteada armónica (me imagino esta película protagonizada por Clint Eastwood y me pongo a salivar con un perro pauloviano).
Otra cosa es la presencia del gran Jason Robards, así que hoy, en nuestro blog, vamos a recordar...
***SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ***
... la escena de la muerte de su personaje: Cheyenne.
La música de Ennio Morricone vuelve a ser en esta ocasión (lo mismo que en la Trilogía del Dólar) uno de los elementos fundamentales de la película. Tanto es así que la composicion de la banda sonora, supervisada por el propio Leone, fue anterior al rodaje de la película (recordemos otro ejemplo de esta primacía de la música sobre la imagen: Alexander Nevski).
Si bien el épico y, al mismo tiempo, crepuscular tema principal está inspirado en la ópera italiana Cavalleria Rusticana, el resto de los diferentes leitmotivs se identifican con las características de los personajes mucho más al estilo Morricone. Cheyenne suena como lo que es: una versión romántica de un canalla de culo inquieto que cruza el Oeste al ritmo del paso lento que marcan los cascos de su caballo. Un ritmo desacompasado con los nuevos tiempos y los nuevos sonidos que se escuchan con la llegada de la locomotora de vapor que tira del mítico ferrocarril norteamericano:
Magnífica.
No me enrollo más porque hoy, simplemente, quiero recordar el momento que más me impactó la primera vez que vi Hasta que llegó su hora: La resignación ante la muerte de Cheyenne, una escena con la que se cierra esta sobresaliente película épica del maestro Sergio Leone.
10 comentarios:
Lo intenté hace cosa de un par de años y no pude... como bien dices, qué larga se me hizo la escena del comienzo. Apúntame entre los de exasperante. Y no sólo larga... Un peñazo y aburrida.
Y es que Leone cada vez me interesa menos y menos y no tengo ganas de revisitar los westerns que le recuerdo, de los que tampoco tengo buen recuerdo.
Me gusta tanto leerte que me trago hasta los spoilers, con dos cojones, ahora eso sí, el video de la muerte me lo guardo para cuando vea la peli! jajajaj
La música es cojonuda.
Fíjate que yo también le tengo manía a la jeta del Bronson. Qué cosas.
1besico!
@David, ya me imaginaba yo que esta peli no era santo de tu devoción... Pero ya sabes que detrás del cine de Eastwood está el de Leone.
@fi, bueno, usted me halaga, madam. En cualquier caso, tampoco es que la muerte de ese personaje tenga tantísimo peso en la trama, así que no te preocupes demasiado si un día decides verla. La música es que es... mítica.
Mr. Lombreeze.
Entre la nueva cabecera y esta entrada-homenaje a la primera película de la trilogía dedicada a América me he quedado con tan buen sabor de boca que solo el hecho de que ya sea tarde (y mañana sea "día de escuela") impide que este servidor corra hacia la estantería a revisionar una vez más esta película...
A lo más quizás un vistazillo a la sinfonía de ruidos en esa vieja estación...
Un saludo cinéfilo-agradecido.
P.D.: por cierto...
Se me pone el rabo como una escarpia cuando oigo el tema de Cheyenne. Además tiene la mejor pausa de la historia de la música.
Un gran acierto con esta elección, Mr. Lombreeze. Desde luego, nadie como Leone para narrar lo sórdido de una forma tan sublime. Y gracias por el detalle de su erudición melómana, ¡Un western operístico, claro que sí!, que los espaguettis no es lo único que saben hacer bien los italianos.
Saludos
Ni Ford, ni Hawks, ni niño muerto, Leone es el DIOS del western!!!!
@G.K. Dexter, no dejes que la cinefilia te quite horas de sueño!!!, que luego hay que rendir en el trabajo para sacar al país de la crisis...
Otro saludo igualmente agradecido para ti: el vídeo que has insertado es muy curioso y muy bueno. Vaya currada se han pegado estos fans de la película. Buenísimo.
@Jajajaja. Lucífer, Amén. La verdad es que esa pausa (mortal) es buenísima. Es un tema genial de una sencillez asombrosa. Grandísima banda sonora.
@Sr.ConBoina, ¿sabe lo que le digo?, que la semana que viene voy a publicar algo sobre Cavalleria Rusticana, hombre, que ya iba siendo hora.
Es que los italianos son muy trágico-líricos. No lo pueden evitar, lo llevan en la sangre.
@Kinski, jajajaja. Nooooooo, Leone es el rey del spaguetti-western, que es otra cosa. El rey del western es...
... John Wayne.
Obra maestra del cine donde las haya. Solo por el duelo final - un prodigio de montaje y realización - merece la pena. Si en vez del sosainas de Bronson, el prota hubiera sido Clint, hubiera sido orgásmica.
Saludos
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