miércoles, 28 de noviembre de 2012

Holy Motors (2012, Leo Carax). Los sueños, sueños son.

Decía Camilo José Cela en el prólogo de Mrs. Caldwell habla con su hijo (1952) que  "Novela es todo aquello que, editado en forma de libro, admite debajo del título y entre paréntesis, la palabra novela". ¿Y sesenta años después aún vamos a estar dándole vueltas al asunto de los límites del Arte?, ¿después de un siglo que ha parido obras como Seis personajes en busca de autor o El Ruido y la Furia?, ¿después de Buñuel?, ¿después del abstracto o el atonalismo?. Este debate me resulta, hoy día, cansino. Ahora me basta con el nuevo método general de clasificación feisbuquiana cuyas conclusiones se resumen, como los diez mandamientos, en dos: Me Gusta o No me Gusta. 

Holy Motors es una película que puede gustar y puede no gustar y, en cualquiera de esos dos casos, no pasa nada aunque los de Días de Cine & Cia. acojonen al cinéfilo cuando dan a entender que si no te gusta es porque eres un analfabeto y un reaccionario ignorante devorador de fórmulas telefílmicas y adorador de una demoníaca trinidad tan demodé como es ésa del planteamiento, nudo y desenlace. Así que se da la paradoja de que, en el caso de Holy Motors, la heterodoxia no está en amarla (je suis moderné!) u odiarla (je suis classiqué!), dos posicionamientos que de previsibles se convienten en ordoxos, sino que está en la tercera vía, que es la del ni fu - ni fa, porque Holy Motors no es una película tan inaccesible o revolucionaria como algunos proclaman pero tampoco es una película tan absurda, innecesaria o ridícula como dicen otros. Unos quieren convertirla en tótem sagrado y otros en blanco de sus iras furibundas. ¡Viva la pasión!. Les envidio.

Vamos con la sinopsis. El protagonista absoluto de Holy Motors es un actor que da vueltas por París viajando a bordo de una enorme limusina que, a modo de carromato de circo, hace las funciones de camerino ambulante en el que, a lo largo de una jornada de trabajo y siguiendo una estricta agenda, va caracterizándose de nosécuántos personajes que protagonizarán otras tantas escenas que pueden catalogarse, sin mucho esfuerzo, como representativas de algunos de los géneros cinematográficos más populares. En ningún momento sabremos quiénes son los señores que contratan a este actor ni a qué público van dirigidas sus estrambóticas performances. El prólogo y el epílogo no se los cuento.

A la vista de esta información, no es descabellado interpretar que Holy Motors es un homenaje de su director, Leo Carax, al Cine, especialmente al cine francés o, mejor dicho, a un determinado estilo del cine francés (hay claras referencias a Tati, Godard, Demy y, sobre todo, a Franju) del que Carax se nos revela como pastor evangélico al precio de acusarnos (yo creo que injustamente) de espectadores adormilados de estómago agradecidoIt´s all right, Carax, estás en tu derecho de opinar así y ambicionar un cambio de mentalidad del público. O sea, Holy Motors es un homenaje reivindicativo de un director a Su cine, un cine que, según él, ya no se hace (o se hace poco). Es un homenaje protagonizado por Su actor fetiche que personifica otro homenaje al noble oficio de la interpretación. 

Todo ello servido con una generosa cobertura de surrealismo, una corriente artística de la que los gusanos nos confesamos admiradores eternos.  Pero ojo, porque, en cierta medida, Carax y su nostalgia acaban siendo tan carcas cómo sus "enemigos" que son todos aquellos que lloran, en el año del septuagésimo aniversario de Casablanca, la pérdida de ese otro cine que "ya no se hace". ¿Peca Carax de prepotencia?. Claro que sí, como todos los que nos subimos a un púlpito.

Lo peligroso del asunto viene de la manipulación de una mercancía tan peligrosa...

El surrealismo y su hijo bastardo y amanerado, el realismo mágico, son armas de doble filo que, al igual que los sueños, viven de la intensidad plástica que transmiten sus imágenes y, si éstas no son lo suficientemente potentes, pueden acabar pareciendo ridículas. ¿Cuánta potencia es necesaria para evitar hacer la risa?. La unidad de medida universal en el cine la estableció Luis Buñuel en1929 cuando puso a bailar a un montón de hormigas por la palma de una mano a ritmo de Wagner.


En Holy Motors hay momentos que brillan con una intensidad cercana a ese cata-crack del 29 del Séptimo Arte. Pero hay otros momentos que palidecen demasiado y rozan la estulticia (por supuesto, en Holy Motors sale un pene erecto). Por eso, aunque Holy Motors no es un hito del cine como lo fue Un Perro Andaluz, sí es, en su conjunto, una película interesante que no aburre y, como tal, es bienvenida en nuestro blog, lo mismo que son bienvenidos sus fans y sus detractores porque ninguno de estos dos bandos serán despreciados por nuestro magnánimo intelecto.

Y es que en Holy Motors asistimos, entre otras cosas, a la Resurrección del Señor Mierda (¡amén!), al suicidio de Kilye Minogue (¡¡¡aaaaaaaaamén!!!) y al que es, posiblemente, el Entreacto más marchoso de los últimos 300 años. Disfruten de la escena. Se la recomiendo pero les advierto que si tienen ganas de invertir el valioso y escaso tiempo de sus vidas intentando descifrar qué significa.., ¡allá ustedes y sus ganas de bailarle el agua a las chanzas de los surrealistas!. Yo me contento con disfrutar de esta hermosura sin sentido.

Comienza la cuenta atrás: "Tres, Dos... ¡Mierda!". 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Lawless (Sin Ley, 2012, John Hillcoat). La Familia, ay, la Familia...

Lawless concursó en la sección oficial del Festival de Cannes satisfaciendo las ansias del provincianismo que los festivales europeos siguen exhibiendo, todavía hoy, ante la súper estructura empresarial y de marketing del star system hollywoodiense que, si bien ya no prevalece como factoría de cultura popular, sí que permanece como factoría de glamour cinematográfico.

O sea, Lawless es una de esas películas norteamericanas por las que babean todos los festivales porque les permite lucir su recién sacada de la tintorería alfombra roja para que la pisoteen los mediáticos pies de Tom Hardy, Shia LaBeouf, Gary Oldman, Jessica Chastain y Guy Pearce y ya luego los críticos le rezan a quienquiera que sea la virgen patrona de Cannes para que la apuesta no acabe en "americanada" demasiado vergonzante y después les dan sus premios a películas como Holy Motors (si es que tienen la fortuna de que concurse alguna así).

Lawless llegó avalada por el prestigio cinéfilo de su director, John Hillcoat, pero acabó gustando, en general, ni mucho ni poco. Yo, sin embargo, creo que es una película que merece la pena y me uno al coro de los que dicen que está siendo infravalorada por la crítica.


El caso es que Lawless es, en realidad, una americanada, hecha por australianos y británicos, porque narra una historia basada en hechos reales de la América no ya profunda sino profundísima: la América del Condado de Franklin durante los años de la Gran Depresión, los años de la Prohibición, una época sinónimo de escasez y de exceso al mismo tiempo. Había escasez de comida, oportunidades, libertades, justicia y Ley pero exceso de gangsters, ametralladoras Thompson, alambiques, corrupción y muerte. Es decir, la época que convirtió a los USA en una segunda parte de su original Wild Wild West. Es por ello que Lawless sabe un poco a western (a lo mejor ésa es la razón por la que la película me gusta más de lo que debiera) pero a western que ya no huele a caballo sino a gasolina, o sea, a cine negro.

Los hechos históricos en los que se basa el guión de Lawless los protagonizaron los tres hermanos Bondurant (que personifican al Exaltado, al Reflexivo y al Novato), unos contrabandistas de licor que se rebelaron contra el chantaje al que intentaron someterles unos corruptos mandamases de Chicago durante un sangriento episodio de la mini historia norteamericana que pasó a conocerse como la Conjura del Condado de Franklin.

Obviamente, el romanticismo cinematográfico necesita exacerbarse al máximo para que todo este turbio asunto no parezca un documental de La 2 sino una épica de proscritos pueblerinos que combaten la injusticia que sufren de las garras de la prepotencia hipócrita de la gran ciudad.


Lawless no es una película perfecta porque no tiene un guión perfecto aunque tenga unas interpretaciones y una cinematografía cuasi perfectas. ¿Cuál es el leitmotiv principal de Lawless?, no queda del todo claro aunque yo apuesto por la Supervivencia pero a lo mejor es la Violencia o  la Familia. ¿Para qué sirven los personajes femeninos?, yo creo que para nada porque no quiero concluir que representan la idea de que la violencia es cosa de hombres.

Pese a estas fallas, si deciden ver Lawless, encontrarán en el otro lado de la balanza una fotografía maravillosa, una violencia cruda (aunque no tanto como han proclamado algunos estómagos sensibles) y unos personajes con una estética muy potente que se han quedado a las puertas de lo antológico (especialmente el de Guy Pearce). ¿Tom Hardy?, como siempre: carismático.


Lawless tiene un título menos bonito que el de la novela en la que se basa su guión ("El Condado más húmedo de Mundo") pero es una película que está por encima de la media del cine que se estrena en nuestras salas, así que nuestro deber es recomendarla. Sea.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Mis Canciones Favoritas. Never Marry a Railroad Man (1970, Shocking Blue).

Todo el mundo recuerda a los holandeses Shocking Blue por su súper éxito de ventas (y gran canción) Venus, pero un poco menos por este otro temazo que viene con advertencía incluida: ¡¡¡Nunca te cases con un Ferroviario!!! (el motivo: su corazón siempre está con su tren).

Un consejo que puede que sirva en tiempos de paz porque les aseguro que, en tiempos guerracivilístos, el estar casada con un ferroviario era garantía de suministro de algunos bienes muy preciados solamente accesibles vía estraperlo.

Al menos eso contaba mi abuela que, desoyendo a los Shocking Blue, se casó con un ferroviario anarquista y ateo que no era del gusto de mi bisabuelo quien sí parecía estar de acuerdo con la letra de esta canción. Quizás un poco demasiado..., porque le encargó a mi tío abuelo M. (de profesión, matón) que le pegara dos tiros a mi abuelo (su cuñado) por rojo. Pero ésa es otra historia que algún día contaré.

Disfruten de los arabescos de los riffs de las guitarras que los chavales de Shocking Blue incluyeron en su Never Marry a Railroad Man y del vozarrón de su cantante Mariska Veres, un torrente de personalidad sonora y una diva del rock sicodélico europeo de los 70.


Dedicada a MrMierdas allí donde quiera que esté pudriéndose en estos momentos.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Música de Cine. El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace. Y Maurice Ravel.

Bueno, los más veteranos del lugar ya saben que mi sensibilidad cinéfila no orbita dentro del universo batman-nolaniano con lo que mi entusiasmo por la trilogía del hombre murciélago parece ser inversamente proporcional al de los fans del caballero oscuro. Debe ser por eso que esta tercera entrega, El Caballero Oscuro: La Leyenda Renace es la película que encuentro menos aburrida de las tres (será porque sale una maciza).


El guión de los Nolan Bros. sigue esforzándose en insuflar verosimilitud a los descabellados planes de los genios del mal que asolan Gotham City, supuesta metáfora de los peligros que acosan a Occidente. En esta última entrega hay pistolas de Chejov por todas partes para intentar atar todos los cabos sueltos que, irremediablemente, el espectador va encontrando a medida que avanza la trama. Es el problema que tienen las películas de súper héroes que se toman en serio a sí mismas: el espectador también se pone serio y no está predispuesto a tragarse cosas como que el villano de turno, Bane (Tom Hardy) una mezcla entre Bin Laden y Robespierre, sea capaz de secuestrar una ciudad entera al mando de un ejército de mercenarios de tendencias suicidas... Y no cuento más.

En fin, los ingredientes de la película son: muchos minutos, muchas caras famosas poniendo su rostro (y poco más) a los muchos secundarios de la historia, mucha superficialidad en las muchas filosofadas de los personajes (yo creo que se baten varios récords mundiales de aforismos por hora), muchos huérfanos traumatizados, muchíiiisima banda sonora (demasiada), mucha explotación de la santísima trinidad de los miedos USA (terrorismo, amenaza nuclear y comunismo), mucha referencia a los malos de nuestra actual crisis, poquísimo Batman, poco sexapeal para Catwoman, unos pocos cachivaches mecánicos y unas coreografías de puñetazos bastante cutres. Por cierto, esto último es algo que en estos tiempos, los tiempos de Bourne o el nuevo Bond, sorprende bastante, la verdad porque con la pasta que ha debido costar la película, podían haber contratado al tipo que coreografió las increíbles escenas de hostias de The Raid:Redemption, por poner un ejemplo.


¿Y Música Clásica?, ¿hay mucha?. Pues no mucha, pero haberla, hayla.

La escucharán en la escena que transcurre durante la celebración de un baile benéfico en el que Bruce Wayne baila con Catwoman mientras suena una de las músicas menos apropiadas para un baile en pareja: la Pavana para una Infanta difunta (1899) del compositor francés Maurice Ravel. 

Pavana para una Infanta difunta es una obra de juventud por la que Ravel no profesaba un especial afecto, lo mismo que por su celéberrimo Bolero, pero que, sin embargo, se hizo muy popular desde el momento de su estreno. En 1910, Ravel orquestó esta obra, originalmente compuesta para piano, demostrándonos, una vez más, que es uno de los más excelsos orquestadores del siglo XX.

La pavana era una danza típica del Renacimiento español que, en manos de Ravel, suena con un aire nostálgico y fluye cual sereno riachuelo de juguetonas y cristalinas aguas... (¡ay!). Disfruten de la belleza de los destellos musicales de la orquesta raveliana que vuelve a sonar, en todo su esplendor, maravillosamente bien en esta Pavana para una Infanta Difunta, una de las músicas clásicas más relajantes de la Historia. La recomiendo, especialmente, para esos momentos de recogimiento espiritual que todos necesitamos de vez en cuando (también puede ser muy útil para desintoxicarse después de ver La Voz).


Lo que sigo sin saber es qué mierda se fumó el DeeJay que decidió pincharla en el bailecito ése de Gotham City...

lunes, 19 de noviembre de 2012

El Mundo es Nuestro (2012, Alfonso Sánchez). Sevilla tiene un color... especial...

"¡¿A sellar el paro y con el mono de trabajo?!" 


Les aseguro que esta frase, que dice tanto con tan poco, es uno de los leit motivs de la excelentísima película ¿sevillana? El Mundo es Nuestro, dirigida por el debutante Alfonso Sánchez. Un gran trabajo que yo pude saborear gracias a la recomendación de nuestro médico de cabecera: Doc. Quatermass (aquí tienen su reseña).

El Mundo es Nuestro es un esperpento rebosante de humor negro rayano en lo absurdo. Es un episodio en la vida de El Cabesa y El Culebra que ha trascendido a sus millones de veces visitadas peripecias youtuberas y que cobra, como película, entidad propia con una dignidad cinematográfica que justifica, de sobra, el salto a la gran pantalla. El resultado es herencia de la mejor tradición española del género ése que cabalga entre las historias de Berlanga, las viñetas de El Jueves y los gags de La que se Avecina.

La naturalidad de sus actores es uno de sus puntos fuertes. Gracias a ellos se consigue algo muy difícil:  ¡una película coral que suena como un coro y no como un gallinero! (algo bastante habitual, esto último, en algunos desastres patrios cinematográficos). El Mundo es Nuestro es un berrido proletario rebosante de detalles suculentos porque la acidez de su radiografía social, de crítica de trazo grueso pero certero, le aporta un saborcito muy parecido al que las gotitas de limón aportan al cazón en adobo. Y todo ello con una duración que no llega a los 90 minutos.  


Me quedo con muchas cosas estupendas de esta película... pero hay un personaje muy, muy secundario... una aprendiz de reportera, algo oligofrénica, que trabaja para una cutre cadena de televisión local... que es... ¡¡¡IMPAGABLE!!!. Su intérprete ya es, para mí, la mejor actriz de reparto de 2012.

- ¿"Impagable"?. 
- Bueno, espero que Canal Sur no me interprete en sentido literal y acabe pagando los 100.000 euros que adeuda a la productora. Unos señores que consiguieron llevar a nuestros cines a 100.000 espectadores, no merecen la ruina económica.

El Mundo es Nuestro. No se la pierdan aunque sean nacidos en Burgos. No tienen de qué preocuparse: los localismos hispalenses vienen perfectamente explicados. 

Mara, Dvd, Kineno sé si la habéis visto, pero, como sevillanos, estáis obligados a hacerlo. Por cierto, ¿para cuándo unos serranitos?...

sábado, 17 de noviembre de 2012

Mis Canciones Favoritas. Sunless Saturday (1991) Fishbone x 3.

Bueno, pues como hace un tiempo menté en este blog a los Fishbone, nobleza obliga. Im a nasty man with a nasty plan...


Sunless Saturday es un temazo perteneciente a su disco más exitoso, The Reality of My Surrondings (1991). Una auténtica y maravillosa ida de bolo. Estos tipos fusionaron todo lo que se podía fusionar en los años 90 consiguiendo algunos resultados espectaculares.

Además, Fishbone son los autores de la que yo considero, todavía hoy, como la canción más loca ever. Es Drunk Skitzo de su álbum de 1993 Give a Monkey a Brain and He'll Swear He's the Center of the Universe (acojonante título). Todo el que los tenga cuadrados que le dé al play, son solamente cinco minutos...


Pffff. En fin, disfrutemos de su "Sábado sin Sol":

jueves, 15 de noviembre de 2012

Diez años de... No Logo (Naomi Klein).

"Nosotros hacemos los ordenadores pero no sabemos manejarlos". Anónima trabajadora de 17 años de una cadena de ensamblaje de unidades CD-Rom de IBM de una fábrica de Manila, Filipinas.

No tenemos ni idea de por qué algunos izquierdistas asaltan supermercados enarbolando banderas cubanas o palestinas. Tampoco tenemos ni idea de por qué los abuelos carcas están convencidos de que todas las mujeres de izquierdas son así:


Hoy les traigo esta foto de una mujer de izquierdas que se llama Naomi Klein:


¿Se acuerdan de "No Logo"?. Sí hombre, sí, ese libro que abrió los ojos de muchos occidentales cuando averiguaron que "el origen de las zapatillas Nike son los infames talleres de Vietnam; el de las ropitas de la muñeca Barbie, el trabajo de los niños de Sumatra; el de los cafés capuchinos de Starbuck en los cafetales ardientes de Guatemala y el del petróleo de Shell en las miserables aldeas del delta del Níger." 

No logo, hace 10 años, ya decía cosas como: "El proyecto de transformar la cultura en poco más que una colección de extensiones de las marcas no hubiera sido posible sin las políticas de desregulación y de privatización de las últimas tres décadas. En Canadá con Brian Mulroney, en los EE.UU. con Ronald Reagan y en Gran Bretaña con Margaret Thatcher (así como en muchas otras partes del mundo), se redujeron enormemente los impuestos que pagan las empresas, una medida que hizo disminuir los ingresos fiscales y acabó gradualmente con el sector público.".

Cosas que ahora están recordándonos tantos y tantos tertulianos advenedizos a propósito de nuestra actual crisis. Han descubierto la pólvora.

El libro de Naomi Klein cumple ahora 10 años desde que se publicó en nuestro país por primera vez. ¿No lo han leído?. Hala, venga. A remediarlo cuanto antes (lo tienen disponible en el enlace de arriba). Somos consumidores: un poquito de poder para combatir la injusticia sí que tenemos. 

Y si no les gusta leer, a lo mejor les gusta esto otro:

lunes, 12 de noviembre de 2012

Ascensores de Cine. Sí, han leído bien: Ascensores de Cine.

Por culpa de abril en París ahora me sorprendo a mí mismo hablando de ascensores de cine...



Sí, el mismo careto de los abueletes se me quedó a mí cuando comencé a redactar este post, pero lo cierto es que la "escena del ascensor" es una situación que en el Cine que se ha convertido en un momento clásico. Y es que los viajes en ascensor son como una especie de intermedios en nuestras vidas,  son como celdas monacales urbanitas que pueden dar mucho juego...


Miss abril in P. ya hizo un post ascensoril muy romanticón y muy bonito, así que yo me voy a decantar por una versión un poco más cafre del asunto, pero sin pasarme, que ya saben que el cine de terror define "ascensor" como "ataúd que se desplaza verticalmente".



Para compensar los extravagantes excesos del cine coreano, vamos a disfrutar de una de las más apasionantes y trágicamente apasionadas escenas de ascensor de los últimos años, la de la magistral película Casino Royale (2010).

MOMENTAZO ASCENSORIL N. 1 (SPOILER):


Todos los ascensores dan muy bien en pantalla, ya digo, pero la palma se la llevan los norteamericanos porque sus cabinas tienen una trampilla en el techo por la que uno puede escapar de cualquier amenaza imprevista, ésas a las que nos enfrentamos casi todos los días (¡qué sería de nosotros sin la trampilla del techo de los ascensores!). Y eso ha dado mucho juego a los amantes de efectismos del estilo de "oh my god!, si resulta que el asesino estaba oculto ahí arriba!"...

Luego está aquello otro del fetichismo erótico de esos humanos que se quedan colgados dentro de un ascensor en el que, poco a poco va subiendo la temperatura produciendo el consabido efecto del aumento de la líbido y de la necesidad de fornicio. Porque ya se sabe que en las distancias cortas es donde uno se la juega... En fin, cosas de emmanuelles, publicistas de Axe, fans de Grey, aerosmithers y oficinistas calentorros que yo no puedo entender porque mis gritos de "¡llamen a los bomberos, por el amor de dios!" no me dejarían ver el bosque de pechos de las féminas que quedaran atrapadas conmigo en un hipotético y fatídico ascensor encallado entre dos plantas. Sobre todo si el incremento de temperatura no tiene un origen sexual sino flamígero.


Pero lo más siniestro de un ascensor es la incomodidad que supone compartir con un extraño un espacio tan reducido aunque sea por un periodo de tiempo que es, en teoría, breve pero que suele hacerse eterno. Es por eso que todos intentamos cerrar las puertas de la cabina antes de que se nos cuele un elemento indeseado...

MOMENTAZO ASCENSORIL N.2:



Aunque si finalmente es inevitable compartir viaje, recuerden que la meteorología es el comodín más socorrido para tantear al sujeto en cuestión: si entra al trapo y nos da su pronóstico sobre si lloverá esa misma tarde, es posible que el chaval no sea un psicópata y consigamos salir vivos del ascensor. Pero si no abre la boca.., ¡malo!.

MOMENTAZO ASCENSORIL N.3:



Louise Malle rizó el rizo en Ascensor para el Cadalso (1957), una película en la que un ascensor juega un papel crucial a la hora de tensar la trama. El destino llama a la puerta de Julien, uno de los protagonistas, no en forma de las celebérrimas notas beethovenianas de la Quinta Sinfonía sino de una manera mucho más prosaica: un corte de luz y un atrapamiento ascensoril muy inoportuno.

MOMENTAZO ASCENSORIL N. 4:



Si hay una escena de ascensor, dentro del cine más reciente, que merece ser revisionada es la que nos regaló el director Nicolas Winding Renf en su magistral Drive (2011) y que incluye un bello momento romanticón seguido de otro momento cafre: lo mejor de los dos mundos.

MOMENTAZO ASCENSORIL N.5.


Yo, algunas veces, soy un ser simple y mundano, así que me veo en la obligación de, si ascensores hablamos, mentar al puto amo de estos cachivaches: John McClane, del que me voy a quedar con su gag de los "números de la lotería" en Jungla de cristal III: la venganza. ¡¡¡Mátalos a todos John, máta a todos esos hijosdeputa alemanes que te quieren robar el oro!!! (coño, qué coincidencia tan curiosa...).

MOMENTAZO ASCENSORIL N.6:



Pero, otras veces, soy un tipo muy intelectual y es en esas ocasiones cuando me luzco ante ustedes y les digo que se pongan ¡¡¡Todos en pie!!! porque llega el más magnífico y deslumbrante ascensor de la Historia del Cine.


¡¡¡SÚPER MOMENTAZO ASCENSORIL!!!

viernes, 9 de noviembre de 2012

Clásicos Imprescindibles. Je crois entendre encore (Georges Bizet).

Hace siglo y medio, un joven Georges de 24 años preñaba a Marie Reiter, el ama de llaves de la familia Bizet. Play.


¿A qué viene esto ahora?. No sé, es que es la única anécdota que he encontrado en la biografía de Georges Bizet que me daba juego para celebrar un aniversario redondo durante este 2012. Una excusa como otra cualquiera para remediar un olvido imperdonable: más de cuatro años de blog y ni una sola referencia a este gran compositor francés cuya "mediterránea" música sirvió al mismísimo Nietzsche como ejemplo de ideal musical con el que arremeter contra la monumental ópera alemana de su ex amigo Richard Wagner.

Ya saben que yo soy muy dado a eso de las listas de las mejores películas, los mejores discos y demás absolutismos por el estilo. Y como no temo ir inclusó más allá en este tema, tengo preparadas mis respuestas para preguntas tan peligrosas como "¿cuál es la mejor película de la Historia?", "¿y la mejor Sinfonía?", "¿y la mejor Novela?"...


Pues bien, hoy vengo dispuesto a responder a una de esas cuestiones que atormentan el alma de los lectores de este blog. Si alguien me pregunta "¿cuál es el mejor (donde "mejor"="mi favorita") aria de ópera compuesta parar un tenor?", yo podría responder Je Crois Entendre Encore de Los Pescadores de Perlas, ópera compuesta en 1863 por el músico francés Georges Bizet, brillante pianista, niño prodigio, compositor poco reconocido por sus contemporáneos y trístemente fallecido a la temprana edad de 36 años, que ha pasado a la Historia del Arte por ser el autor de la que puede que sea la ópera más popular de todas: Carmen (1875).

Los Pescadores de Perlas no resiste comparación con la celebérrima Carmen. Su libreto nos cuenta una historia de amor a tres bandas que es bastante coñazo, todo hay que decirlo. Pero su Acto I incluye el aria que vamos a escuchar hoy y que canta el atormentado Nadir. La causa del tormento del joven pescador cingalés es el amor que siente por Leïla, una bella joven de la que también está enamorado su buen amigo Zurga. Para terminar de complicar el asunto, resulta que Leïla es una sacerdotisa que no debería relacionarse con pobretones pescadores como Nadir o Zurga.., o sea, la tragedia está servida. El caso es que el joven Nadir canta así el amor que siente por Leïla en Je Crois Entendre Encore:

Todavía me parece escuchar
escondido bajo las palmeras
su voz tierna y sonora
como el canto de las tórtolas.

No tengo ni idea de cómo cantan las tórtolas, pero yo me fío de Nadir y asumo que tiene que ser un canto bellísimo. El caso es que el aria contiene unos agudos tan difíciles de alcanzar que pocos tenores se atreven con ella a plena voz sin variarle el tono original. Tanto es así que una de sus versiones más célebres, la de Beniamino Gigli, está cantada utilizando el "truco" del falsete.

Disfruten de la emotiva y lírica versión del gran tenor estadounidense Lawrence Brownlee:

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Frases no de Cine. El Nacionalismo. Adiós a E. J. Hobsbawn.

"El nacionalismo requiere creer demasiado en lo que es evidente que no es como se pretende. Dado que el nacionalismo se legitima a sí mismo y legitima también sus metas políticas invocando el pasado común de la nación que dice representar, deberían encontrarse necesariamente con la oposición, por lo menos, con el escepticismo de los historiadores especializados. Si no somos capaces de contrarrestar el abuso y la manipulación de la historia y el peligro mortal que, con frecuencia, éstos traen aparejados en nuestros días, ¿no somos parcialmente responsables de lo que ocurra?. Al fin y al cabo, en el siglo XIX, una época tan llena de esperanzas, algunos de nuestros predecesores y colegas de profesión pusieron sus plumas conscientemente al servicio de la causa nacional cuando se creía, por ejemplo, en 1848, que las ideas políticas nacionalistas y las liberales formaban un todo unitario, eran dos caras de la misma moneda. Y algunos todavía lo hacen, a pesar de que el concepto de lo "nacional" ha sufrido un fuerte viraje hacia la derecha."

Eric J. Hobsbawm. Historiador, judío y marxista (1917 - 2012). D.E.P.


lunes, 5 de noviembre de 2012

Clásicos Imprescindibles. El invisible Harvey (1950, Henry Koster)

Existe en Madrid un local llamado Harveys que dispensa una comida deplorable y que mancilla el buen nombre de la película que hoy recomendamos: El Invisible Harvey. Una película que comienza así:


Cada vez que veo a James Stewart rompiendo despreocupadamente el certificado me meo de risa.

El Invisible Harvey es una película basada en una obra teatral de 1944 con la que la escritora Mary Chase ganó el Premio Pullitzer y que nos cuenta la historia de Elwood P. Dowd, un tipo encantador apreciado por todos pese a mostrar un rasgo peculiar en su comportamiento: tiene un amigo invisible llamado Harvey... Elwood aparenta ser un niño grande: siempre ve el lado bueno de las cosas y reparte halagos a todo el mundo. Por su parte, ¡¡¡Harvey es un conejo borrachín de dos metros de altura!!!. Es un Pooka: una traviesa criatura mitológica amiga de juerguistas. La tercera en discordia en esta historia es Veta, la hermana de Elwood quien, cansada del inofensivo pero excéntrico comportamiento en sociedad de su querido hermano, decide, con todo el dolor de su corazón, internarlo en un psiquiátrico. Se avecina una buena...

A partir de aquí la trama se va desarrollando hasta conseguir crear una de las comedias fantásticas más divertidas de todos los tiempos. Toda la parte del sanatorio mental es desternillante. Es soberbia. Es perfecta. El Invisible Harvey cuenta con un guión repleto de ocurrentes conversaciones donde sobresale el papelón del gran Jimmy Stewart que está perfectamente secundado por todo el reparto de esta maravillosa película (la veterana actriz y súper dama del Teatro, Josephine Hull, se llevó el Oscar de la Academia por su estupenda interpretación).

Nada ni nadie puede desgastar el inquebrantable y contagioso optimismo y  buen estado de ánimo que Elwood despliega sin miramientos ante cualquier situación. Pero es que resulta que el mundo irreal, en el que Elwood parece querer refugiarse, influye positivamente en el mundo real en el parecen estar condenados a vivir todos los que le rodean.


¿Es magia?, ¿es el escapismo una solución a algunos de nuestros problemas?, ¿algunos de esos problemas son realmente problemas?, ¿es Harvey un ente real o un producto creado por la mente enferma de Elwood?. Las respuestas están en una película que, aunque muy teatral en lo que a localización de las situaciones se refiere (algo inevitable debido a su origen broadwayriano), está muy bien dirigida por Henry Koster, el realizador berlinés nacido como Hermann Kosterlitz exiliado en los USA huyendo del antisemitismo nazi, que imprimió a la historia el ritmo narrativo cinematográfico necesario para convertir una obra de teatro en una película, un reto del que no siempre resulta fácil salir con éxito.

Para todos aquellos a los que el cine de entretenimiento y la comedia les saben a poco porque el ruido de las carcajadas les impide escuchar el sonido de sus pensamientos, El Invisible Harvey tiene una segunda lectura: la del rechazo y la intolerancia  que pueden sufrir los "diferentes", los solitarios o los ingenuos en una sociedad en la que, demasiado a menudo, se da una importancia exagerada al hecho de guardar las formas y se concede un inmerecido mérito a los maquiavélicos. Porque a ver quién puede resistirse a la cara de buenazo del inmortal James Stewart cuando suelta una de las más célebres y bonachonas sentencias de la Historia del Cine: "Jamás mezquindad alguna entró en un bar". Toma ya.


No me resisto a a añadir este epílogo...

Donnie Darko (2001) es un aburridísimo y  pretencioso film de culto del director Richard Kelly donde un joven con cara de oligofrénico tiene un amigo invisible que se llama Frank y que es un conejo gigante que anuncia el fin del mundo. La propuesta de Kelly, que manifestó que no habia visto El Invisible Harvey cuando hizo su chorrada (toma alarde de analfabetismo cinematográfico), no es tan original ni tan moderna como nos contaron, pero sí mucho más coñazo.

Porque os digo una cosa: el día que se me aparezca un conejo gigante y me invite a tomar una cerveza, me iré con él de cañas, pero si me dice lo del fin del mundo.., ¡me iré a un manicomio!.

sábado, 3 de noviembre de 2012

jueves, 1 de noviembre de 2012

1 de Noviembre. Cantando a nuestros muertos.

Háganse un favor: no se mueran sin haber escuchado, al menos una vez en su vida, a Luciano Pavarotti cantando el Sanctus de la Gran Misa de Muertos compuesta por Hector Berlioz en 1837.

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