domingo, 12 de diciembre de 2010

Las Aventuras de Gottfried Rinkley. Capítulo XIX.

Capítulo XIX. La estancia de Gottfried Rinkley en España. (1 de 2).

Tras asistir a la premiere mundial de la ópera de Konrad H. Loiretschlitz "La Bella Molinera de Argandilla" (1875), Gottfried Rinkley se decidió a probar fortuna en España. La ópera de Loiretschlitz no era sino una sucesión de folclóricos números llenos de arquetípicos personajes, -rayanos con la caricatura-, y de situaciones que distaban mucho de dar una imagen realista del país. Rinkley, sin embargo, quedó convencido de las bondades de sus gentes y la belleza de sus mujeres, dos atractivos alicientes que a sus ojos resultaron irresistibles.

Zaragoza fue el primer destino elegido por Rinkley quien, como buen calvo que era, sabía que en esa hermosa ciudad, bañada por el río de los íberos, se podían encontrar las mejores pelucas de Europa: las que confeccionaba la Real Fábrica de Boinas Julián Gómez Tello, fundada en 1622. Rinkley llegó a Zaragoza una tarde de fuerte viento. Acudió a refugiarse en un café muy conocido en la capital aragonesa (Les Grausses Longaneses en la Calle del Pozal, n.4) donde fue recibido con su primer garrotazo de advertencia tras aventurarse, -a causa del desconocimiento de los localismos maños e inconsciente del peligro del recio carácter de los lugareños-, a denominar mistral al viento al que todos llamaban cierzo.

El garrotazo le abrió una vieja herida en la ceja que databa de su época de paseador de perros. La herida sangró profusamente lo que conmovió al agresor que pidió una mesa al camarero y algunas vendas para tapar aquel desastre.

- Joven amigo, -comenzó a decir el desconocido-, disculpad si os he ofendido con mi garrotazo.
- No me habéis ofendido en absoluto. -respondió Rinkley-, pero debo confesar que sí que me he sentido aturdido por vuestra reacción. Físicamente aturdido...
-Ja, ja, ja, -rió el orondo personaje-. Permitidme que me presente. Mi nombre es Julián Gómez Tello y voy a tener mucho placer en compensaros, pero, amigo mío, no oséis llamar nunca más mistral, al menos durante vuestra estancia en nuestra ciudad, al viento que aquí sopla. Se llama cierzo. Mas estoy hablando demasiado, -prosiguió-, ¡camarero!, tráiganos un aperitivo, pero que no sea muy abundante, porque tengo que cenar con mi esposa dentro de una hora.

El ligero aperitivo consistió en una ración sencilla de cada una de las siguientes especialidades: longaniza de Graus, jamón de Teruel, espárragos de Tarazona, queso de Tronchón, ensalada de tomate de Utebo con cebolla de Fuentes, ajos de Arándiga y olivas negras del Bajo Aragón, borrajas con patatas, migas con huevos fritos, pimientos rojos asados, perdices escabechadas, judías blancas con chorizo y morcilla, conejo a la brasa, pollo a la chilindrón, caracoles con tomate y guindillas, ternaco asado con patatas, melocotón con vino, peras de Don Guindo y medio kilo de guirlache.

Cuando Rinkley terminó el guirlache sintió cómo sus facultades mentales iban mermando al mismo ritmo al que la sangre de su cerebro corría hacia su estómago en ayuda de tan desdichado órgano que trabajaba a todo trapo para intentar digerir aquel festín intentando no perecer en el intento. Rinkley, invadido por un profundo sopor, dio las gracias a su anfitrión y se levantó deseoso de conseguir albergue en alguna posada en la que pudiera dormir, al menos, 17 horas seguidas.

- ¡Nada de albergues copón!, -gritó el señor Gómez Tello mientras dejaba una propina equivalente a 12 veces el importe de la cuenta-, amigo mío, hoy dormiréis en mi casa, sois mi invitado. Apresurémonos, mi mujer tendrá ya lista la cena y no quiero hacerla esperar.
Aquella cena consistió en una ración doble de exactamente cada una de las especialidades que Rinkley acababa de degustar en Les Greusses Longanises, con la única diferencia de que el guirlache fue sustituído por una docena de frutas de Aragón.

Rinkley tardó unas 26 horas en digerir aquellos alimentos. Cuando despertó del profundo sueño en el que había estado sumido durante ese tiempo, gritó, sin alcanzar a comprender por qué: "¡¡¡VIVARAGÓNCAGONDIORO!!!".

Tras reponerse parcialmente de la sorpresa que le causó la emisión de semejante exabrupto, acertó a vislumbrar detrás de la neblina que todavía nublaba su mirada, una serie de 12 pelucas Gómez Tello perfectamente alineadas frente a su cama que cubrían todos los estilos de peinado que cualquier caballero podía imaginar. Pero una barrera en forma de desayuno se interponía entre Rinkely y el lote de implantes capilares.

El desayuno se componía de 6 torrijas, 1 trenza de Almudévar, 1 refollao de Ayerbe, 1 pastel ruso de Ascaso, 1 Coc de Fraga, 2 tabletas de chocolate del Monasterio de Piedra, 16 guindas al marrasquino, 1 torta de manteca de las Cinco Villas, almojábanas de Albarracín y dos litros de leche fresca.

Un escalofrío recorrió la espalda de Gottfried Rinkley cuando escuchó estas palabras que de boca de Gómez Tello le decían: "Buenos días amigo mío. Podéis decir que sois el hombre más afortunado del mundo: un calvo que entraba amistad con Gómez Tello, jajaja. Desayunad primero y luego hablaremos de mi modesto presente que espero que os agrade".
Rinkley era consciente de que con 12 pelucas Gómez Tello tendría muchas más posibilidades de triunfar en sus negocios. Sentía que era incapaz de comerse todo el desayuno que le habían preparado, pero temeroso de ofender a su anfitrión y perder el lote de pelucas, comenzó a devorar, aparentando hacerlo con afán, aquella sobredosis de azúcares y frutos secos que luego recordaría como "la más dura prueba a la que jamás he sido sometido".

Todos los antropólogos coinciden en afirmar que aquellas 3 comidas de Rinkley con Gómez Tello en tierras aragonesas son el primer ejemplo documentado de la época moderna del hábito de comerse todo lo que le sacan a uno para quedar bien. Un comportamiento que los psiquiatras denominan "comportamiento gottfriediano" en honor a Gottfried Rinkley.

9 comentarios:

MonSeñor Gusano dijo...

Jajajaja, joder eso es muy maño, ponerse hasta el culo de vermú, justo antes de ir a ver a la mama, o a la familia, para llegar hasta el ojete, y cuidado no te dejes nada en el plato. O te lo comas rápido, que te capuzan más en el plato. Al final no le dan ni una peluca,,,ya lo veo yo.

G. K. Dexter dijo...

Buerníssimo... Lo que me he podido reír ante tan pantagruélico recibimiento.
Tomo buena nota para cuando visite Zaragoza en un futuro.

Un carcajeante saludo cinéfilo.

David dijo...

Me he acordado de cierto recurso que empleaba el niño de "Cuando Hitler perdió al conejo rosa" al leer esta entrada. La autora debía conocer la memorias de Gottgfried.
Un saludo.

Mister Lombreeze dijo...

Ni idea del conejo de Hitler. Bueno, no voy a acusarla de plagio. Seguro que lo hizo sin mala fe.
Solamente quedan dos capítulos para terminar el serial, amiguitos...

David dijo...

Año nuevo serial nuevo, supongo.
¿Has pensado en hacer algo distinto? ¿Algo más actual o que a lo mejor no sea tan cómico?
Podrías sorprenderte y sorprendernos.
Tú mismo.

Mister Lombreeze dijo...

Bueno, teniendo en cuenta el éxito arrollador de crítica y público tanto de Rinkley como de Pockollock.., no sé, me lo tengo que pensar... He dejado el listón muy actual

La actualidad y la seriedad me aburren muchísimo. Yo sigo los caminos de Sullivan.

Anónimo dijo...

Qué bueno el toque maño al asunto. Así se hace pais Mr. Lombreeze. Chenta, brenda y zena. Güen diya.

Mister Lombreeze dijo...

Todos los manjares aragoneses mencionados en este capítulo han sido catados y contrastados por mi persona y han recibido la Tripe G gusana de Calidad suprema. Que no falten estas navidades en nuestros hogares regados por el nuevo vino de hielo bilbiltano que ha tenido a bien regalarme un amigo: Blanco de Hielo Baltasar Gracián.
http://blogs.heraldo.es/entrecopas/?p=96

Insanus dijo...

jajjajja, Dios. Es cierto, es así, por quedar bien nos comemos hasta un potaje recalentao. Me encanta el rapto aragonés de Rinkley al despertar de la comilona.

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