No soporto el realismo mágico. Es la irrupción de la sensibilería en el mundo de los sueños que es un mundo nihilista en el que, como ya dejaron claro los surrealistas, no tienen cabida los tontorrones del calibre de Amélie o del cómoquierasellame protagonista de Big Fish. Estos (peligrosos) personajes inundan la realidad de chorradas como ésa de que si deseas algo con mucha fuerza, el karma, o lo que sea, te lo concederá. Siento tener que informarles de que los Tontos no heredarán la Tierra y que el realismo mágico solamente debe conjugarse en pretérito, cuando la nostalgia envenena la memoria o el recuerdo necesita ser enterrado en lo más profundo del subconsciente.
No soporto el misticismo. Mira hacia el Universo en busca de respuestas innecesarias a preguntas sin sentido. El universo es un sitio vacío, frío y muerto en el que a las personas nos revienta la cabeza si no llevamos puesto un traje de astronauta. Lo peor del caso es que el misticismo mira hacia el Cosmos, sobre todo, cuando tiene dolor de muelas, que es algo que se alivia con Nolotil.
Si se combinan estos dos socorridos métodos de evasión de la, a veces, cruda realidad en una misma historia el resultado puede ser letal. El caos conceptual está asegurado: Dios, Espíritu, Karma, Amor, Sagrado, Vínculo, Vida Terrenal, Vida Celestial, Más Allá, Más Acá, Fe, Magia, Cosmos, Energías tal o cual, lo Infinitamente Grande, lo Infinitamente Pequeño, Ying, Yang, Chakras, Ecumenismo, Epifanía y, si te descuídas, Feng Shui y Homeopatía.
No soporto la idealización de la Naturaleza. La Naturaleza es un sitio peligrosísimo en el que no sobreviviríamos ni cinco minutos. Está llena de animales carnívoros, parásitos intestinales, mosquitos letales, plantas venenosas y etc, etc, a los que nos hemos visto obligados a mantener a raya a base de hormigón, acero y asfalto. Los máximos responsables de la peligrosidad de la Naturaleza son los animales carnívoros, que son los renglones torcidos de la Creación aunque tengan un aspecto tan atractivo como éste.
Así que pueden imaginarse con qué predisposición me enfrenté al último trabajo del maestro Ang Lee: La Vida de Pi, una historia que, según decían, era un canto de amor a la Naturaleza que mezclaba elementos de realismo mágico con filosofadas trascendentales que giraban alrededor de un eje llamado... ¡¡¡Dios!!!.
Pero claro, a Ang Lee no le estamos colgando gratuitamente el sambenito de "maestro" del cine, sino que se lo hemos colgado porque este señor es capaz de desarmar, temporalmente, al más cínico nihilista con sus absolutamente maravillosos créditos iniciales llenos de exóticos animalitos que se mueven al ritmo de una de las más bellas canciones de cuna de los últimos 10.000 años: La Canción de Cuna de Pi, obra de Mychael Danna, una canción con más colores (orquestales) que la cola de un pavo real. Esto sí que es magia, pero de la buena, de la que tiene explicación:
La Vida de Pi es la historia de un joven hindú que, desde niño, siente la necesidad de buscar a Dios y, tras bucear por el hinduismo, el Islam y el cristianismo, termina encontrando al Creador (y Destructor) el día que se ve obligado a aferrarse a la Vida (Terrenal) desesperadamente. Pi sobrevive a un trágico naufragio en un bote a la deriva, durante casi ocho meses, en compañía de ¡un tigre de Bengala llamado Richard Parker!. ¿Qué tal?. Es un marco incomparable, desde luego.
Doscientos días rodeado de Naturaleza dan para mucho y el Océano Pacífico, lo mismo que cualquier otro hábitat de vida salvaje, es un entorno aparentemente maravilloso en el que, sin embargo, se puede experimentar, en primera persona,
toda la crueldad de la que la Naturaleza es capaz (que es muchísima). L
os amantes del realismo mágico y del misticismo llaman "Naturaleza" (y saturan el concepto de romanticismo animista)
a lo que nosotros llamamos Darwinismo. Darwin lo sabía y ello le produjo,
como ya dijimos aquí, un profundo pesar y un materialismo militante. Pero, ¿quién necesita sufrimiento extra mientras está perdido en medio del océano?. Yo no y
Pi tampoco, así que
Pi hace lo que tiene que hacer para sobrevivir: r
ecurre al realismo mágico, a la idealización de la Naturaleza y al misticismo para encontrar a Dios entre los delirios que le provocan el hambre y la sed.
La contemplación de la majestuosidad de la vida animal versus la crueldad de la lucha por la supervivencia, que, como ya he dicho, no es otra cosa, a nuestra escala, que la crueldad de los animales carnívoros, puede alterar, quizás para siempre, nuestra visión del mundo. Así que Pi, cumpliendo con el tópico, pierde su inocencia en un bote en medio del océano en el que sube como niño y baja como adulto. Pero el Pi adulto, cuya candidez yace en un inhóspito lecho marino en mitad del Pacífico, consigue, a cambio de esta pérdida, la gran recompensa que todos anhelamos (también los ateos): la Esperanza, que es, posiblemente, el arma más poderosa con la que cualquier ser humano puede contar a la hora de enfrentarse a la Vida o, mejor dicho, a la hora de enfrentarse a la Muerte. Porque la Muerte es Todopoderosa ante todo menos ante Dios. Pero Dios es Todopoderoso solamente cuando obra milagros.
Sí amigos, sí. La Vida de Pi va de todo este rollo que acabo de soltarles aunque muchos padres lleven al cine a sus hijos para ver a un indio juguetear con un tigre.
Si el asunto les atrae, no se lo piensen y vayan a ver La Vida de Pi en 3D a la sala de cine que proyecte con la mejor calidad disponible en sus ciudades.
Si la cosa les repele, no se lo piensen y vayan a ver La Vida de Pi en 3D a la sala de cine que proyecte con la mejor calidad disponible en sus ciudades porque la fotografía, los FX y el 3D de este película de Ang Lee sí que conforman un universo propio y darían para hablar de ello durante muchas entradas más y para unas cuantas lecciones de cine sobre cómo hacer verosímil lo inverosímil.
Pero como este post ya me ha quedado lo suficientemente largo, no me voy a enrollar más y, pese a que la película pierde fuelle en sus últimos veinte minutos en los que la realidad se desprende de la magia y se queda en realidad, a secas, aunque trufada de misticismo, les voy a resumir mi recomendación en una frase que, simbólicamente, encierra la moraleja de todo este asunto: Hay que Verlo para Creerlo.
- ¿Otra vez la nana?.
- Sí, otra vez la nana.