martes, 20 de diciembre de 2016

100 años de... el día que los alemanes nos mataron a Enrique Granados.

24 de marzo de 1916. Estamos en plena Primera Guerra Mundial. Un submarino de guerra alemán torpedea el SS Sussex, un barco a vapor de pasajeros que navega por el Canal de la Mancha. Las autoridades alemanas juran que tal atrocidad no ha sido sino un lamentable y trágico error militar. Dicen los boches que han confundido al Sussex con un barco minador. Ya se sabe: los desastres de la guerra... Ochenta civiles murieron. Entre ellos, nuestro compatriota y genial compositor catalán Enrique Granados (1867-1916).

El maestro Granados volvía de Nueva York tras el estreno en el Metropolitan Opera House de su exitosa ópera Goyescas. No pudo embarcar en el buque trasatlántico que le llevaba directo a España al ser invitado por el presidente de los USA para tocar en la Casa Blanca. Cumplido el compromiso, cogió el primer barco que le llevaba a Europa. Su destino: Gran Bretaña y desde ahí, un corto trayecto desde Londres hacia la Barcelona de sus amores...

El vapor Sussex, tras el torpedazo alemán, se partió en dos. Una mitad se hundió inmediatamente permaneciendo la otra a flote. Un bote salvavidas rescató a Granados. Podemos intentar imaginarnos el alivio de una persona que, como él, sufría fobia al agua y no sabía nadar. Fue entonces cuando vio cómo su esposa Amparo caía al agua. Enrique Granados se zambulló en el mar para rescatarla y ni él ni su esposa regresaron jamás al mundo de los vivos. Murieron ahogados. Esto sucedió de verdad y no la tontada del Titanic de Cameron. That´s true love, my friends.

Existe otra versión de los hechos que asegura que Enrique Granados, presa del pánico, se arrojó al mar y que fue su mujer Amparo, experta nadadora y conocedora del miedo al agua de su marido, la que se lanzó a rescatarlo. Anyway, still true love.


La ópera Goyescas está basada en la obra homónima para piano que había publicado Granados en 1911. Cuando comenzaban los preparativos para su estreno mundial en Nueva York, el empresario del Metropolitan comentó a Granados que, en su opinión, a la ópera le faltaba un intermedio instrumental. Granados compuso entonces las que, a la postre, iban a ser sus últimas páginas musicales: el Intermedio de la ópera Goyescas que, para el que no lo sepa, es, ni más ni menos, una jota de mi tierra, una jota aragonesa. "¿Acaso no era Goya aragonés?", contestó Pau Casals a Enrique Granados cuando el compositor le confesó las dudas que albergaba sobre la composición. Granados no estaba seguro de haber acertado con la elección de una música tan popular, tan.., ¿vulgar?. Casals sí acertó con su predicción.

El Intermedio de Goyescas es bellísimo. Si no me creen, júzguenlo por ustedes mismos. Romanticismo español con aroma catalano-aragonés:


miércoles, 14 de diciembre de 2016

Conócelos por su nombre. La Tuba.

La Tuba...
Maravilloso y desconocido instrumento que suena con un aire de solemnidad 
que quita el hipo.
Y para muestra este botón. 

El maravilloso Bydlo 

(Bydlo: "cabeza de ganado" en su sentido original que, posteriormente, los emigrantes rusos incorporaron al argot callejero para referirse a la chusma como usted y como yo) 

de los

Cuadros de una Exposición de Modest Musorgski (1839-1881)
(orquestación de Maurice Ravel).

Escuchen esta carreta de bueyes..,
cómo se acerca (tuba), 
pasa por delante de ustedes (cuerdas), 
y se acaba perdiendo en la lejanía (tuba again)... 

miércoles, 7 de diciembre de 2016

50 Años de... Adiós al romance Hitchcock - Herrmann

Tras siete películas colaborando juntos, Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann (judío) partieron peras. Hitch le dijo a Bernnie (no tengo ni idea de si se llamaban así el uno al otro, la verdad; pero mola) que era un antiguo y que sus bandas sonoras olían a rancio. O sea, que sus maravillosas melodías y orquestaciones ya no valían para un año como 1966 (Cortina Rasgada) con todo su pop y toda su juventud alocada.

Se cabrearon y se finí.

A Herrmann todavía le dio tiempo a componer, entre otras cosas, dos bandas sonoras magistrales: Farenheit 451 y Taxi Driver. Por su parte, Hitchcock realizaría una cima más del Séptimo Arte: Frenesí. Todo esto según criterio gusano, obviously.

El caso es que la última composición de Herrmann para Hitchcock fue Marnie, la ladrona, que es una película bastante normalita que casi nadie tiene ganas de volver a ver salvo que la echen por la tele en algún momento tontorrón del día. Los pocos méritos cinematográficos de la película no la sitúan a la altura que su banda sonora se merece. Así que hoy vamos a escuchar la impresionante música que el grandísimo maestro Herrmann dejó para la posteridad. No se la pierdan. Es tremenda. 15 minutos. 

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