martes, 29 de septiembre de 2015

Frases de Cine. Jean Becker y la nouvelle vague.


"Hubo un tiempo en que el cine europeo se dedicó a echar a la gente de las salas. Y eso fue trágico. Me refiero a la aclamada Nouvelle Vague. Al final, hizo tanto bien como mal. Cometieron el error de pasar el rastrillo por todo el cine anterior sin reparar en nada. La obsesión de matar al padre fue tremendamente injusta. La realidad, pese a la nostalgia con que aún hoy se miran esos tiempos, es que se hicieron muchas mierdas que lo único que consiguieron es que la gente dejara de interesarse por el cine. Y fue entonces cuando el dominio del cine americano se hizo insultante. Por culpa de la Nouvelle Vague los espectadores dejaron de ver películas francesas". 

Jean Becker en El Cultural (31/07/2015).

miércoles, 23 de septiembre de 2015

El Otoño comienza... ¡Ahora!.

Los largos sollozos
De los violines
Del otoño
Hieren mi corazón
Con monótona
Languidez

Todo sofocante
Y pálido, cuando
Suena la hora,
Yo me acuerdo
De los días de antes
Y lloro

Y me voy
Con el viento malvado
Que me lleva
De acá para allá,
Igual que a la
Hoja muerta.

Canción de Otoño de Paul Verlaine.



viernes, 11 de septiembre de 2015

150 Años de... Tristán e Isolda (1865, Richard Wagner). El día que cambió la Historia de la Música (y fue por Amor).

Se cumplen este año 150 años del estreno de Tristán e Isolda, obra compuesta por Richard Wagner con un espíritu romántico tan intenso que deslumbra. La ópera es, entre otras muchas cosas, un canto de amor de Wagner a su particular Amada Inmortal y musa Mathilde Wesendonck quien se convirtió en una seria amenaza para la estabilidad del matrimonio Wagner. Así que Mrs. Wagner (Minna Planer, la legítima) cogió de las orejas a su marido y se lo llevó desde Zurich hasta Venecia, ciudad en el que el gran compositor falleció 18 años después.

Mathilde, que era poetisa, escribiría:

Érase una vez dos corazones valientes
Dispuestos a compartir alegría y dolor
No se sabe cómo llegó a ocurrir
Pero la paz se desvaneció.
Su amor era cada día más ardiente
Pero cuanto más se amaban
Más les separaban.

Qué triste.

En fin, dicen que tras escuchar la ópera, Mathilde exclamó: “Yo soy Isolda”.

La historia de Tristán e Isolda es otro dramón de amor imposible en grado superlativo del estilo de Romeo y Julieta o Los amantes de Teruel. Hay un momento en el que Tristán le pregunta a Isolda cómo puede ser su amor inmortal si sus cuerpos son mortales. Esto se lo comento para que se hagan una idea acerca de qué palo va todo el asunto.

El caso es que, tramas aparte, las primeras notas de Tristán e Isolda significaron un antes y un después en la Historia de la Música Clásica. El Acorde de Tristán puede que sea, posiblemente, el más analizado ever (todavía hoy es una acorde bastante controvertido, por cierto). 

Es éste y suena así:


Pero nosotros no vamos a entrar en temas tan sesudos, así que tendrán que conformarse con saber que nunca, hasta ese momento, se había compuesto de una forma tan libre ni con una tonalidad tan indeterminada, o sea: Imposible ser más Moderno para el comienzo de Tristán e Isolda cuyo Preludio al Acto I es, indiscutiblemente, un hito de la Música Universal.

Que lo disfruten.

 

jueves, 3 de septiembre de 2015

Llorando a los Niños Muertos. Falling Leaves (1912, Alice Guy Blaché).

"Puesto que el orden del mundo está regido por la muerte, acaso sea mejor para Dios que no crea uno en él y que luche con todas sus fuerzas contra la muerte". La peste, Albert Camus.

La Guerra Civil Siria lleva cerca de 250.000 muertos. Pero Siria está TanCercaTanLejos que tiene que venir a morir un niño sirio de 3 años a las playas turcas para que a los occidentales se nos atragante la cena de las 21.00hrs. La foto, que está dando la vuelta al mundo, es tan descarnada como la propia Naturaleza (que ya es decir) y, como ya nos contaba Camus en La Peste, se convierte una prueba más de que Dios no existe o, lo que es peor, si existe es un hijodelagranputa insolidario, como muchos de nosotros.

El caso es que ante tanta desidia divina, al Hombre no le queda otra que combatir a la Naturaleza y a los traficantes de Humanos. Así que hoy, en recuerdo a todos los niños muertos o, lo que es lo mismo, el crimen más horrendo que las enfermedades y la maldad puede cometer, quiero traerles al blog una pequeña joya del Cine Mudo que cuenta, además, con el aliciente extra de estar dirigida por una pionera del Séptimo Arte: la gran realizadora francesa Alice Guy Blanché, a la que los nuevos historiados de Cine consideran la primera persona que realizó una película tal y como la entendemos. O sea, el primer director de todos los tiempos. Así de contundente.

Falling Leaves (1912) es una película de 12 minutos que incluye, en mi opinión, el intertítulo más conmovedor de todos. Es éste:


Podríamos traducirlo como  

“Estoy atando estas hojas 
para que mi hermana no muera”. 

Y es la respuesta de una niña pequeña cuándo le preguntan qué pretende al atar las hojas caídas a los árboles (la escena en cuestión, a partir del minuto 06:10). La pequeña e inocente Trixie está luchando contra la Naturaleza. Su hermanita está enferma y el médico ha pronosticado, muy poéticamente, que “morirá cuando la última hoja caiga”, es decir, cuando termine el otoño. ¿Y cómo evitar que eso ocurra?, volviendo a atar las hojas a los árboles... Tremendo.

Si después de esto no se les arrasan los ojos, son ustedes un@s tiarron@s de cuidado.

Disfruten de Falling Leaves
mini obra maestra de una gran desconocida y pionera del Cine: 
Alice Guy Blanché (1873-1968).


Para todos los niñitos muertos, que no pueden entrar en el Cielo (porque no existe) 
ni en Europa (porque las olas los arrastran a Turquía). 

Y recuerden, siempre Camus, no me sean pesimistas porque, pese a todo,  "yo quiero testimoniar a favor de los apestados, para dejar por lo menos un recuerdo de la injusticia y la violencia que les ha sido hecha y para decir simplemente algo que se aprende en medio de las plagas: que hay en los hombres más cosas dignas de admiración que de desprecio".

martes, 1 de septiembre de 2015

Clásicos Imprescindibles. Sólo el Cielo lo sabe (1955, Douglas Sirk).

Si introducen en el Google “películas 1955” y le dan al Enter les saldrán resultados como éstos: Marty, Al Este del Edén, Rififí, Conspiración de Silencio, La Noche del Cazador, Rebelde sin causa, Las Diabólicas, Muerte de un Ciclista, Pather Panchali… un buen número de buenísimas películas. Ah, y también Ordet y Lola Montes, que de todo tuvo que haber en la viña del Señor durante aquella década en la que la televisión se comenzaba a comer con patatas al Séptimo Arte. 60 años después podemos constatar el triunfo casi absoluto de la TV, ahora en HD, en lo que a espectadores se refiere (algunos valientes dicen que también en lo que a calidad artística).

Pero hoy la cosa va de otra obra maestra de 1955: Sólo el Cielo lo sabe.


Cada vez que revisiono Sólo el Cielo lo sabe, concluyo que esta película tiene la mejor fotografía en (Techni) color de la década de los 50. Su responsable fue el director de fotografía Russell Metty (Oscar por Espartaco) que aplicó toda su maestría adquirida del blanco y negro (Sed de Mal) para crear unas elaboradas composiciones de color (¡y sombras!) que les van a dejar temblando de emoción.

No se la pierdan, podrán disfrutar, además, de otro maravilloso y feminista melodrama de Douglas Sirk, el director germano - yanki que mora en el exclusivísimo club de realizadores que gustan a cahieristas y a carcas. Tiene muchísimo mérito.

Y es que a Sólo el Cielo lo sabe le pasa lo mismo que ya comentábamos a propósito de otro gran melodrama de los 50s, Vidas Borrascosas (1957), es una película tan formalmente perfecta que da miedo.

La impecable banda sonora de Frank Skinner cuenta con dos aliados Clásicos que vamos a escuchar hoy. Pero antes, contemplen esta imagen mítica:


El primero de los leit motivs musicales de Sólo el Cielo lo sabe es la maravillosa Consolación n. 3 (1850) del revolucionario compositor húngaro Franz List. En la película le dan varias vueltas en forma de elegantes variaciones a esta sublime melodía:


Tremendo.

El segundo leit motiv es obra de Brahms (todos en pie). Se trata de un tema del 4º movimiento de su Sinfonía n. 1 (1862). Es el tema alpino que entona una trompa y fue inspirado por el sonido de las trompas alpinas que escuchó Brahms durante unas vacaciones en Suiza.

Es delicioso. Suena así para los que sepan solfeo...

Figura 8 ... y así para los que no: 


Sólo para valientes: el 4º movimiento completo. A disfrutar. 

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