Uno no siente qué cosa es la nostalgia hasta que cumple los 30. Es un asunto que comienza a los treintaytantos. Los publicistas lo saben muy bien, por eso la emplean tanto en sus reclamos para vendernos sus productos a los supuestamente acomodados treintañeros.
Pero uno sí puede imaginar qué cosa es la nostalgia antes de cumplir los 30 gracias, sobre todo, a las novelas y a las películas. Aunque también te llega algo por boca de tus padres a los que, de vez en cuando, se les escapan suspiros de España que recuerdan otros tiempos: los de su juventud (sin hijos).
En fin. Yo recuerdo dos momentos de empatía nostálgica de mi adolescencia. El primero es literario y es tan célebre que casi me da pudor recordarlo, pero es lo que hay. Proust mojó una madalena en el té y se le vino un mundo encima:
Pero uno sí puede imaginar qué cosa es la nostalgia antes de cumplir los 30 gracias, sobre todo, a las novelas y a las películas. Aunque también te llega algo por boca de tus padres a los que, de vez en cuando, se les escapan suspiros de España que recuerdan otros tiempos: los de su juventud (sin hijos).
En fin. Yo recuerdo dos momentos de empatía nostálgica de mi adolescencia. El primero es literario y es tan célebre que casi me da pudor recordarlo, pero es lo que hay. Proust mojó una madalena en el té y se le vino un mundo encima:
"Y de pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tila, los domingos por la mañana en Combray...", "... así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y el Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té ".
Un mundo de nostalgia, o eso es lo que me pareció a mí entonces.
El segundo momento es de cine y sucede cuando el sol reflejado en una ventana despierta en el anciano Newland Archer / Daniel Day Lewis los recuerdos nostálgicos de un amor imposible.
Nuestro amigo Insanus nos regaló a todos hace poco una narración corta titulada "Días de verano" que no sé si también nació tras un estímulo sensorial o no.
"Días de verano" es un viaje en el tiempo, o por el tiempo, o contra el tiempo. Tiempo que pasa, despacico - depacico, pero pasa. En busca del tiempo perdido, como dijo Proust en el mejor libro escrito jamás por autor alguno.
Viajamos hacia atrás en el tiempo para reordenarlo y darle la duración que ha demostado que se merece de verdad, una vez que hemos conseguido tener la perspectiva que se necesita para asignarle sus auténticos méritos. Así que Einstein tenía razón y el tiempo es curvo, (como nuestros surcos cerebrales), y no es fijo, sino relativo. Porque una semana de vacaciones puede durar, en nuestra cabeza, una eternidad. Y siete años trabajando en una oficina ocuparán, con suerte, apenas un suspiro en nuestro último gran recuerdo, (que hace poco veíamos hermosamente imaginado aquí , gracias a nuestro guardián entre el orégano). Con lo que vuelve a tener razón el científico alemán, -que finalmente resultó ser también poeta-, cuando dice que el tiempo transcurre más lentamente cuando se viaja a la velocidad de la luz, que debe ser la velocidad a la que viajan nuestros recuerdos.
"Días de verano" es también la nostalgia del amigo perdido, que es un subgénero de la nostalgia en general, y que solamente entendemos los treintañeros, como ya digo. Y es que hacen falta 30 años para tener amigos y luego perderlos. Se los lleva el tiempo. No sabemos muy bien cómo ha sucedido ni porqué. Pero así sucede.
Así que la nostalgia puede ser Proustiana, Scorsessiana o Insánica, pero nunca es insana porque si no sientes nostalgia del pasado es o porque no tienes pasado o porque no echas nada en falta. Que es lo mismo.
"Todo vuelve y retorna eternamente, cosa a la que nadie se escapa...".
El segundo momento es de cine y sucede cuando el sol reflejado en una ventana despierta en el anciano Newland Archer / Daniel Day Lewis los recuerdos nostálgicos de un amor imposible.
Nuestro amigo Insanus nos regaló a todos hace poco una narración corta titulada "Días de verano" que no sé si también nació tras un estímulo sensorial o no.
"Días de verano" es un viaje en el tiempo, o por el tiempo, o contra el tiempo. Tiempo que pasa, despacico - depacico, pero pasa. En busca del tiempo perdido, como dijo Proust en el mejor libro escrito jamás por autor alguno.
Viajamos hacia atrás en el tiempo para reordenarlo y darle la duración que ha demostado que se merece de verdad, una vez que hemos conseguido tener la perspectiva que se necesita para asignarle sus auténticos méritos. Así que Einstein tenía razón y el tiempo es curvo, (como nuestros surcos cerebrales), y no es fijo, sino relativo. Porque una semana de vacaciones puede durar, en nuestra cabeza, una eternidad. Y siete años trabajando en una oficina ocuparán, con suerte, apenas un suspiro en nuestro último gran recuerdo, (que hace poco veíamos hermosamente imaginado aquí , gracias a nuestro guardián entre el orégano). Con lo que vuelve a tener razón el científico alemán, -que finalmente resultó ser también poeta-, cuando dice que el tiempo transcurre más lentamente cuando se viaja a la velocidad de la luz, que debe ser la velocidad a la que viajan nuestros recuerdos.
"Días de verano" es también la nostalgia del amigo perdido, que es un subgénero de la nostalgia en general, y que solamente entendemos los treintañeros, como ya digo. Y es que hacen falta 30 años para tener amigos y luego perderlos. Se los lleva el tiempo. No sabemos muy bien cómo ha sucedido ni porqué. Pero así sucede.
Así que la nostalgia puede ser Proustiana, Scorsessiana o Insánica, pero nunca es insana porque si no sientes nostalgia del pasado es o porque no tienes pasado o porque no echas nada en falta. Que es lo mismo.
"Todo vuelve y retorna eternamente, cosa a la que nadie se escapa...".
F. Nietzsche.
"Mejor si es solamente todo lo bello...".
"Mejor si es solamente todo lo bello...".
Mr. Lombreeze.
8 comentarios:
Pues algo debe ir mal en mi madurez, pues recuerdo estar hundido en la nostalgia desde los doce años o así... claro que igual tiene que ver con los fármacos que llevo tomando desde entonces... quien sabe...
Curiosa la historia de días de verano.
Soundtrack, no se confunda, lo suyo no es nostalgia. No le acabo de demostrar científicamente que no se puede sentir nostalgia antes de los 30?.
Lo suyo es melancolía. Pero no se preocupe, Hamlet y Segismundo también la padecían y fíjese qué famosos se hicieron.
Joer, que melancólico me ha dejado su aclaración!!! Voy a buscar un cráneo para hacer un monólogo sobre sistemas informáticos de gestión...
Soundtrack, sobre todo no dejes que tu melancolía te impida votar un "me aburro" a mis posts.
Bueno, entonces aún me queda para ser nostálgico, ya que aún soy un melancólico o un triste, tal cual.
Qué mundazo el de los recuerdos, la virgen! Y grande Albert, ya que no sólo el tiempo es curvo, sino normalmente la figura de los melancólicos que se adapta a las leyes de la física!
¡1 saludo!
Lo siento, pero he de ser sincero para que tengas una retroalimentación veraz :-P
Muchas gracias Mr. Lombreeze. No he leído nada de Proust, :S, pero esa secuencia de La edad de la inocencia es la bomba. La historia de Archer es tan triste, tan estúpida que pone los vellos de punta. Y todavía sucede, no en el mismo grado, pero cuando quemaba a muerte mis fines de semana y veía a la gente a mi alrededor reprimir su atracción o su deseo por cuestiones tan superficiales y pasajeras como el físico, la clase social o el poder económico, se me quitaban las ganas de seguir bebiendo y saliendo.
La nostalgia era importante en Días de verano, pero me pareció necesario ubicar la historia a mediados de los años 90 porque fue un periodo interesante para los que comparten mi franja de edad: coincidía el fin del milenio con el fin de una adolescencia estirada que ya no daba para más. Había que empezar una nueva etapa. Ya no se te miraba con indulgencia ante las continuas borracheras y la vagancia, se te exigían planes de futuro, responsabilidad, madurez.
Muchísimas gracias por la entrada dedicada, de verdad. Menudo lujazo de blogroll que tengo.
Si algún día me hago multimillonario, voy a ir a visitaros a lo Jay y Bob/ Hannibal, casa por casa, para devoraros vivos, jajaj.
Un abrazo.
Coincidía también con el fin de "la edad de la inocencia" (la elección de la peli no es casual). Son el fin de nuestras edades vitales y el comienzo de las nuevas esos puntos de inflexión en donde nace la nostalgia.
Gracia a ud. por el relato. Qué narices.
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