Un cuento de luto.

Las lágrimas las inventaros los ateos. Es un rito pagano y muy materialista. Es una petición a nuestro cuerpo, a nuestro templo, para que exprese lo más fisiológicamente posible nuestro dolor o alegría.

Se reunieron unos ateos y se lo pidieron al cuerpo humano. Fue hace muchos años, y sucedió más o menos así:

-"Oh cuerpo, cuerpo humano, nuestro único dios mortal y pocopoderoso. Cómo manifestaremos nuestro dolor sin rezos?. Dínoslo pronto, nuestros muertos esperan ser enterrados, y se merecen algo más que plegarias sin sentido, lanzadas y arrastradas por el aire."

El cuerpo les dijo:

-"Qué queréis de mí que no os esté dando ya?, cómo os puedo yo ayudar?. Enterrad a vuestros muertos, rezadles unas oraciones y que descansen por fin en paz "
"-Nada de oraciones!, nada de oraciones!", -contestaron los ateos. Y se quejaron mucho y amargamente: "Nuestros muertos se están pudriendo sobre la tierra."

El cuerpo se retiró a meditar ante la insistencia de esos extraños hombres sin dios. Subió a lo alto de una montaña y así pensó:

"Tengo que encontrar algo que satisfaga las almas vacías de estos ateos. No me libraré nunca de sus súplicas, pues no tienen dios a quien quejarse. Tiene que ser algo más pesado que el aire para que no se lo lleve el viento. Esto parece irritarles. Los demás humanos sin dios tienen que poder verlo para ser partícipes del sufrimiento. Y el humano que sufre tiene que poder sentirlo en su propio cuerpo, nada fuera de lo físico parece satisfacerles. Tiene que ser digno, pues la ocasión lo merece, también debe ser discreto y silencioso por ese mismo motivo."

En ese momento recordó haber visto a los pueblos nómadas viajar, como muchas otras veces, caminando contra las ventiscas que azotaban los caminos. Para protegerlos del viento y del polvo, los cuerpos de los nómadas humedecían sus ojos. Esa imagen siempre le conmovía. Y encontró allí la solución.

Bajó de la montaña y comenzó a llorar frente a los humanos sin dios, que nunca habían conocido a los nómadas. Abundantes lágrimas brotaron por primera vez en ese lugar. El viento de la montaña solamente consiguió desviar levemente su recorrido sobre las mejillas y todo el páramo quedó en silencio. Los hombres con y sin dios allí congregados comenzaron a llorar. Y todos enterraron a sus muertos. Con y sin plegarias.

Fragmento de "Al otro lado del sol". La novela gusana de próxima entrega por fascículos de Mr. Lombreeze en Mundo Gusano.

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