Il faut porter le trivial au niveau du sublime.
JEAN-FRANÇOIS MILLET
Durante el renacentista siglo XVI europeo cuentan que hubo un auge de la literatura de género bucólico o pastoril, en el que, desde las cortes y urbes, los escritores idealizaban la vida y el trabajo en el campo, el contacto del hombre con la Naturaleza y todo eso. Los pastorcillos y pastorcillas se las veían y deseaban para echar un revolcón en un pajar. Y las cabritas se cuidaban solas en el monte. Todo muy pintoresco.
A los neoclásicos del XVII todo esto les pareció muy hortera y se pusieron a mirar a la Grecia Clásica que era lo más grande que había parido la cultura europea en 2000 años.
Luego llegaron los románticos de finales del XVIII y dijeron que no, que menos Ilustración y menos razón y más emoción y sentimiento. Y más cuentos populares y menos mitología griega clásica, ésa que los neoclásicos (de ahí el nombre) del XVII tanto admiraban.
Los campesinos seguían, mientras tanto, labrando la tierra como en el siglo XVI. Como podéis ver, llevamos ya tres siglos y los artistas siguen con pajaricos en la cabeza.
Con la Revolución Industrial, los agricultores fueron dejando los campos para ir a trabajar a las urbes en condiciones de semi-esclavos y para vivir hacinados en cuartuchos de ciudades que duplicaban su población en pocos años. Nacieron así el proletariado y nuestros amigos los burgueses. Y ya tenemos la lucha de clases.
Claro, los quejicas proletarios industriales de mitad del XIX, les resultaban a los burgueses demasiado molestos y ruidosos. Y también algo peligrosos, porque al clásico lema de "Libertad, Igualdad y Fraternidad", los revoltosos de 1848 le añadieron "o muerte". Y eso fue lo que dramáticamente encontraron en la mayoría de los casos.
Así que no es de extrañar que las escenas campestres y campesinas del pintor francés Jean Françoise Millet (1814-1875) gustaran tanto a aquellos burgueses que necesitaban su dosis de "buena gente" procedente de las clases más modestas. Lo de "pobre pero honrado".
Y así me ventilo yo tres siglos de Historia europea.La grandeza de Millet, hijo de campesinos de clase muy humilde, reside en que supo retratar y transmitir la auténtica vida del medio rural francés de su época. Sin idealizaciones, ni melodramáticas denuncias. Por eso sus cuadros transpiran realismo, conciencia social, pero sin alarmismo. Por eso nos encanta su equilibrada belleza.
"El Ángelus" (1859) es un cuadro que apasiona a dos grandes hombres: Salvador Dalí y mi padre.
Dalí escribió un análisis de la obra titulado "El mito trágico de El Ángelus de Millet" mientras los nazis ocupaban la ciudad francesa de Arcachon, donde entonces residía el pintor catalán.
"Durante una breve fantasía a la que me había abandonado en una excursión al Cabo de Creus, cuyo paisaje mineral constituye una auténtico delirio geológico, imaginé, talladas en las rocas más altas, las esculturas de los personajes del Angelus de Millet. Su situación espacial era la misma que en el cuadro, pero estaban totalmente cubiertos de fisuras. Muchos detalles de las dos figuras habían sido borrados por la erosión, lo cual contribuía a remontar su origen a una época muy remota, contemporánea al mismo origen de las rocas. Era la figura del hombre la más deformada por la acción mecánica del tiempo; sólo quedaba de él el bloque vago e informe de la silueta que se convertía por ello en terrible y particularmente angustiosa".
Y mi padre, por su parte, colgó en su dormitorio una reproducción de esta obra hace ya muchísimos años. Y allí siguen mi padre y el cuadro de Millet.
En teoría, en "El Ángelus" de Millet podemos ver a una pareja de campesinos rezando el Ave María, evocando el momento ése de la Encarnación, (momento en el que Dios dejó preñada a María), que les recuerda el tañir de las campanas de la iglesia de su pueblo, al atardecer, a las seis de la tarde, que es cuando se reza el Ángelus.
Y los creyentes ven en esta escena uno de los más bellos y piadosos momentos religiosos de la Historia de la pintura.
Pero algo tenía el cuadro de Millet que intrigó, y mucho, al loco de Dalí, hasta el punto de que, además del estudio mencionado, fue revisitado por nuestro compatriota en su "El Ángelus arquitectónico de Millet" de 1933, donde transformó a los protagonistas en dos grandes piedras blancas, (bajo la "masculina", izquierda, están el propio Dalí y su padre).
No sería ésta la única vez que Dalí evocaría esta gran obra de Millet: "Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet", 1935. Y aún hay más, "La estación de Perpignan", 1965.
¿Por qué atraía tanto este cuadro a Dalí?.
Puede que fuera la piadosa actitud de los campesinos, fervientes católicos, rezando a la Virgen, a lo mejor maravillados por el milagro de la Sagrada Concepción o, quizás y más probablemente, pidiendo su intercesión para conseguir una buena cosecha, ¿no?.
Pues no.
Dalí veía "algo más" y no paró hasta que el cuadro fue analizado con rayos X por expertos del museo del Louvre.
Y ¿sabéis qué encontraron bajo el cesto de patatas que se puede ver actualmente a los pies de la pareja protagonista de Millet?: un pequeño ataúd.
El ataúd de un niño, el hijo de los campesinos, su hijo muerto. Muerto en medio de un desolador paraje. Muerto por hambre, por enfermedad o por quién sabe qué desgraciada miseria.
Millet había cambiado el sentido inicial de su obra para que gustara más a los burgueses parisinos. E hizo bien el hombre, porque de algo hay que vivir y hay que comer caliente. Y los niños muertos solamente gustan si los canta Mahler o los escribe Camus o Umbral.
Por eso, su cuadro es hoy uno de los más reproducidos y copiados de todos los tiempos, porque se puede mirar con ojos de creyente, de campesino, de obrero, de burgués, de revolucionario, de socialista, de existencialista, de nihilista, de coleccionista y hasta de revisionista. Y además es de una belleza y serenidad pocas veces igualada en pintura.
Luego están los otros ojos, los de Dalí, los de mi padre y los de Millet, que siempre miraron el cuadro conociendo la verdad de las cosas.
7 comentarios:
Toma castaña....joder. Que buenisimo analisis. Y PUNTO.
El resultado del análisis de los rayos X me ha dejado chafado. En serio. Ostras que bajón...
una entrada sensacional!!
emocionante
Madre mía qué post tan bonito, otra vez ha estado genial en cómo lo cuenta. Leonardo, Van Gogh, Picasso incluso, repintaban sus lienzos..pero en este caso descubrir qué estaba oculto deja un desconcierto pegado a la médula. Cum Laude again Lombreeze.
Me has dejado impresionado con este post, Mr. Lombreeze. Me lo he descargado en mi lector digital de ebooks para poder leerlo cómodamente en su pantalla electroforética y descansar así un poco de tanto sufrimiento ocular causado por esta mierda (para los ojos) de pantallas retroiluminadas LCD que tenemos.
Tu post es una maravilla. Como bien dices (aunque sea un poco en broma), no sólo resumes varios siglos de historia europea sino que además ofreces una clase magistral de teoría del arte. Ya me hubiera gustado a mí que en el Bachillerato me hubieran explicado el arte como lo haces tú: seguro que ahora viviría en una buhardilla, bebería vino francés, emborronaría lienzos y discutiría sobre arte contemporáneo con una bella recreación viviente de la Madonna de Belvedere (al menos, en mis sueños erótico-estéticos).
Enhorabuena por el post. La historia de Dalí es sencillamente conmovedora.
Gracias J.C., ¿a que no adivinas qué estoy leyendo en estos mismos momentos?:
http://materialismocritico.blogspot.com/2010/03/charles-darwin-y-el-sentido-de-la-vida.html
Así que un halago procedente de alguien que ha escrito algo de ese calibre te confieso que me emociona.
Mi padre me inspiró este post. Tenía que notarse...
Cuando descubrí la verdad del cuadro de Millet me entraron ganas de llorar. Yo sabía que mi padre no miraba esa reproducción con mirada piadosa, sino proletaria.
Noooo, no caigas en la vida de Bohemia!!!, que es muuu miserable
;-DDD. Acuérdate de Puccini!
Publicar un comentario