lunes, 26 de enero de 2009

Círculo rojo, de Jean-Pierre Melville, el más americano de los franceses, el más francés de los americanos.

Sidhartha Gautama el sabio, más conocido por Buda, cogió una tiza roja, trazó un círculo y dijo, “Si unos hombres, incluso aunque ellos lo ignoren, deben volver a encontrarse un día, pese a lo que les haya podido suceder o a los caminos que hayan seguido, ese día, ineluctablemente, serán reunidos en el círculo rojo".


Qué majo Buda con sus simpáticas trivialidades. Con esta cita del santón indio comienza la gran película de Jean-Pierre Melville, "Círculo rojo" (1970).

Yo os digo aquí y ahora que la diferencia entre el cine americano y el europeo es que los americanos ponen más de todo en sus películas: más dinero, más planos, más música y sobre todo, más diálogos. Y los europeos menos. Pero que, por lo demás, ambas filmografías nos cuentan siempre las mismas historias. También os digo que veais "La jungla de asfalto" (1950) de John Houston y seguidamente "Círculo rojo" de Jean-Pierre Melville y lo comprenderéis todo y tendréis una iluminación, como el Buda. Si no la tenéis, al menos habréis sido afortunados en videar dos de las cimas mundiales del film noir, que no es poco.
Lo que pasa es que yo soy un tramposo y marco las cartas, porque como decimos en el título del post, el judío Monsieur Melville es, para muchos, el director más americano de los franceses o el más francés de los americanos.

Melville usaba sombreros de vaquero Stetson y gafas Rayban y a sus compatriotas de la novelle vaugue les encantaba su cine, aunque no sabían cómo hacerlo y daban el tostón con películas basante aburridas en su gran mayoría. (Recordemos esto). Yo creo que el cine de Melville, como todo el gran cine, no es ni francés ni americano, sino que es nuestro.
A mí de Melville me gusta más su cine negro y policíaco, y auque su más recordada película es "El silencio de un hombre" (1967), mi favorita es "Círculo rojo", su mayor éxito comercial.

"Círculo rojo" nos cuenta la historia de Corey (Alain Delon), quien recien salido de la cárcel tras cumplir cinco años de condena y después de robarle al cabronías de su ex-jefe en sus narices y en su propio apartamento, decide llevar a cabo un atraco que le propone uno de los guardias durante su estancia en prisión. El destino, (ahora se entiende lo de la cita budista), hará que en su camino se cruce el asesino prófugo Vogel, (Gian Maria Volonté), incansablemente perseguido por el comisario Mattei (Bourvil). A esta pareja de delincuentes se les unirá el expolicia Jansen (Yves Montand), con el fin de dar el golpe perfecto a una de las joyerías más lujosas de la lujosa plaza Vendôme del lujoso París.

La historia de Melville está protagoniza por hombres lacónicos y parcos en palabras. La fotografía es un blanco y negro pero en color. Todos los personajes llevan gabardina. Y Alain Delon se fuma a lo largo de más de dos horas, unos cuatrocientos cigarrillos.

Melville dirige la película con una elegancia que roza la maestría absoluta. Parece que quiso hacer la mejor película de atracos de la historia del cine, teniendo muy presente otras dos obras maestras del género: la citada "La jungla de asfalto" y la sesacional "Rififi" de Jules Dassin, (fallecido el año pasado).
No estamos seguros de si consiguió lo de la mejor película, pero su atraco mudo de 30 minutos se queda muy cerca del clásico de Dassin. Y su influencia en directores actuales es notable. Que le pregunten a Michael Mann.

He leído por ahí que Johnnie To, director al que Melville ha influenciado también notablemente, quiere hacer un remake con el soso de Orlando Bloom. A ver qué sale.

Os dejo con una escena, que sirve de muestra de la magistral forma de hacer cine de Jean-Pierre Melville.


Valoración: Muy buena.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

no tengo la sensibilidad,por llamarlo de alguna manera, para apreciar el cine europeo. por lo general me parece lento,sin color y demasiado silencioso,aburrido en una palabra.

Anónimo dijo...

Hola! Éxcelente secuencia de una peli que no he tenido el placer de ver. Sí he visto EL SILENCIO DE UN HOMBRE, y, como dices, Melville era un maestro que supo adaptar a su propio lenguaje los códigos del cine negro americano. Cine de atmósferas, sombrío, inquietante, maravilloso. Un lujazo, vaya. A ver si reviso ésta.

Un saludo de Tomás

www.ninnystar.blogspot.com

Anónimo dijo...

Yo apostaría que el enano ese de Buda no tiene adjudicadas como suyas esas palabras en ningún texto budista, y si no me equivocase...éso querría decir que Melville ACIERTA desde el comienzo de la peli CREANDO un inicio a desarrollar que nos pilla la neurona. Otro director que me descubre, maestro. Siga, siga..

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