Capitulo III. La infancia de Gottfired Rinkley. La norma Rinkley de los cementerios europeos.
Johannes, el sepulturero, era un viejo amigo de Wuttelfraung Rinkley. Todavía tenía fresca en su memoria aquella vez en la que el padre de Gottfried Rinkley le había salvado de una muerte casi segura por aplastamiento bovino durante unas fiestas patronales en la vecina comarca de Pulbergh. Fue por ello que no pudo negarse a la petición que una semana antes le había hecho su amigo Wuttelfraung y se había decidido por emplear al joven Gottfried, de 6 años de edad, como ayudante de sepulturero en el cementerio apostólico de Nuestra Señora de Lavavirghen.
Johannes, el sepulturero, era un viejo amigo de Wuttelfraung Rinkley. Todavía tenía fresca en su memoria aquella vez en la que el padre de Gottfried Rinkley le había salvado de una muerte casi segura por aplastamiento bovino durante unas fiestas patronales en la vecina comarca de Pulbergh. Fue por ello que no pudo negarse a la petición que una semana antes le había hecho su amigo Wuttelfraung y se había decidido por emplear al joven Gottfried, de 6 años de edad, como ayudante de sepulturero en el cementerio apostólico de Nuestra Señora de Lavavirghen.
Puede que ahora nos parezca extraño pero, en aquellos días, la regla general entre los sepultureros era enterrar a los difuntos en posición vertical. Aparentemente esta disposición ofrecía la ventaja de ahorrar terreno para el camposanto, pero sobre todo, no contravenía las recomendaciones que las Sagradas Escrituras hacen en el libro del Deuteronomio: "Y dijo Jahvé a Esaú, hijo de Amanit, hijo de Efrén, hijo de Aramat, hijo de Aalon, hijo de Mosel, hijo de Elloth: Construirás un camposanto en mi honor de no más de cuatro codos de largo y no más de 3 codos de ancho" (Deuteronomio 1, 13:15).
El gran inconveniente de este método de enterramiento era que, a mayor profundidad de cavado y según el Principio de Lamarmatt, la fuerza necesaria para remover la tierra aumentaba exponencialmente a razón de 16 kilojulios por centímetro. Este titánico esfuerzo daba como resultado un promedio de vida para un sepulturero de 36 años.
Johannes, que contaba entonces con una edad de 35 años, era un gran amante de la estadística, y estaba convencido de que su fin estaba cerca. Así se lo comentó durante un almuerzo sobre la tumba del Conde de Rottwenterlich al pequeño Gottfried a quien, en pocos meses, había cogido gran afecto. El cariño era mutuo ya que Gottfried Rinkley era propenso a simpatizar con todo ser humano ("síndrome de Rinkley").
Gottfried no pudo dormir aqueña noche y pasó sus insomnes horas pensando en el cercano y triste destino de su mentor Johannes.
A la mañana siguiente comentó a Johannes:
- Maese Johannes, Ud sabe que yo no estoy bautizado.
- Sí, hijo mío. Y es por ello que arderás en el infierno irremediablemente. - le dijó Johannes mientras acariciaba cariñosamente su peluca de cebolla.
- Bueno, sí, gracias. - respondió Gottfried-. He pensado que yo podría cavar las sepulturas en posición horizontal.
- ¿Violar las Sagradas Escrituras?, ¿saltarse el principio de Lamarmatt?.
- ¿Qué tengo que perder?
- Nada, cierto es. Tu alma se consumirá en el fuego eterno igualmente...
Desde entonces Gottfried se encargó de cavar las fosas y Johannes de manipular los cadáveres y los féretros.
La noticia corrió rápido por la comarca, luego por el país y finalmente por toda centroeuropa y los países mediterrános. Un siglo más tarde todos los ayuntamientos aplicaban la "norma Rinkley para los cementerios" por la que solamente los no bautizados podían optar al trabajo de sepulturero.
Así fue hasta finales del siglo XIX, concretamente hasta el 22 de Marzo de 1899, fecha de la Revolución de los Marmoleros. Pero ésa es otra historia...
P. S. Johaness murió a los 103 años de edad y fue enterrado horizontalmente.
6 comentarios:
Qué curioso. También hubiera tenido gracia que al pobre y longevo Johaness lo hubieran enterrado en vertical. Creo que ya no es necesario decir que desconocía la historia.
A ver si lo he entendido bien. ¿el comentarista de arriba desconocía la historia? Desde luego, Marcos.
No es mi caso, por supuesto. La norma Rinkley para los cementerios es de las más conocidas suyas junto a las de las banderas municipales (son de obligado estudio por aquí) y las de la propina adecuada a los serenos.
Un saludito.
Jajajajaa, vuestros doctos comentarios enriquecen el rigor histórico de esta biografía del gran Gottfried Rinkley.
Rinkley me esta enganchando mucho más que Pockollock, que ya es decir.Lo de la peluca de cebolla es muy fuerte...jajajajaja!!!
Ahora si, ya me he puesto al día.
Jajajajaja. Yo es que me meo.
Estupendo, estupendo. Admiro la facilidad para los nombres de personajes y lugares. Es un don, tío.
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