sábado, 31 de octubre de 2009

El Salitre de las botas de Pockollock. Capítulo XIX.

Capítulo XIX. La historia de Malmustus, el mulato.

La madre de Malmustus fue una hermosa joven, oriunda de la zona de las minas de lignito imperiales, cuya vida cambió para siempre cuando en 1882 llegaron los 62.000 soldados de Pockollock a su pueblecito a orillas del río Motaltepletecl. La bella Bímbimi, que así se llamaba la muchacha, nunca había salido de su pueblo y, por tanto, nunca había visto a ningún hombre blanco como aquellos que ahora aparecían, apuestos y gallardos, luciendo espesas barbas, brillantes cascos puntiagudos y coloridos uniformes carmesí.
Bímbimi siempre había sido una niña algo rebelde que ya a los 14 años se opuso a un matrimonio de conveniencia que su padre había concertado con su propio abuelo. El Comité Anti Endogamia del condado de Motaltepletecl acabó dándole la razón dos años después. Desde entonces ningún joven de la zona acercósele jamás con pretensiones matrimoniales temerosos de que el Comité los incluyera en su famosa "lista negra".

Del amor de una noche de Bímbimi con el Sargento de Caballería Trevor Malmus nació el pequeño Mamus – tus, ("hijo de Malmus"), de quien su padre comentó una vez en un club de suboficiales de Tasmania que era “una simpática y graciosa mezcla de mono y bicho repugnante”. Fue el propio sargento Trevor Malmus el que rebanó con su bayoneta roja el cuello de la hermosa Bímbimi siguiendo las órdenes de Pockollock de aniquilamiento de población local como represalia por su inflamación genital de "fiebre de flor de las nieves".

Única foto que se conserva de la bella Bímbimi.

Así quedó Malmustus huérfano de madre, abandonado por su padre, (que nunca le reconoció como hijo), odiado por los 27 supervivientes indígenas y marginado por los caucásicos de Brevosia. Malmustus era, a los ojos de todos los que le rodaban, un extraño, un bicho raro que no era ni claro ni oscuro, ni blanco ni de color.

En el desamparo más absoluto y con un futuro nada halagüeño fue casi milagrosamente acogido por una elefante roja abisinia de nombre Marietta que se compadeció del pobre muchacho. Malmustus aprendió el idioma elefante, vivió más de 15 años entre los elefantes trabajadores de la presa y desarrolló una fuerza y una velocidad humanamente proporcionales a las de esta especie animal. También como ellos odiaba el agua y trabajar junto a ella, por lo que cuando descubrió que había heredado de su madre su inmunidad a la fiebre de la flor de las nieves se ofreció para trabajar como guía de gacelas negras para transportar el lignito desde las orillas del río Motaltepletecl hasta Brevosia.
Aunque fuera por conveniencia, Malmustus fue finalmente aceptado por ambas poblaciones, que se odiaban mutuamente y que, gracias a él, no tenían contacto directo nunca.

La elefanta Marietta crió a Malmustus como si fuera su propio hijo hasta el punto que el resto de sus hijos naturales le llamaban "hermano", “brother”, “colega” o “primo hermano”, ("pffffeeeeeeeeefffffffftttttttttttttttiiiiiiuuuu" en idioma elefante), pero siempre le recordó que su verdadera madre había sido Bímbimi. Le conminó a que nunca la olvidara y a que, si en algún momento de su vida le era posible, vengara su trágica muerte.

El sacramento del bautismo según la religión elefante.

Años después Marietta fue reclutada por un empresario húngaro de grandes mamas para trabajar, junto con toda su familia, en el cultivo de crisantemos en Europa. La separación fue dolorosa pero Malmustus no fue aceptado como "elefante".
Malmustus contó a Griffith cómo su madre le había ido escribiendo cartas durante el viaje narrándole la aventura. Recordaba especialmente un trágico episodio en el que habían tenido que aplastar a un grupo de cameruneses camino del Tirol.

"Me contó que sus huesos al crujir hacían un ruido algo así: "Krrrriiiiiiiffffff kriiiiiiiiiiizz”. Os ayudaré sire, a condición de que vos me ayudéis a mí a encontrar a Trevor Malmus, el asesino de mi madre".

Cuando Randall W. Griffith terminó de escuchar la historia no podía dar crédito a lo que le acababa de contar Malmustus. Pese a que su elefanta madre podría haber sido la causante del aplastamiento de sus cameruneses padres, concluyó que Malmustus, al igual que él mismo, era una víctima de los perversos caprichos de los degenerados nobles imperiales.

- Malmustus, amigo mío, desde hoy eres oficialmente Asistente del Adjunto Primero a la Cancillería General de la Reina. Juntos alcanzaremos, en esta vida, nuestra venganza. Yo prometo averiguar el paradero actual del sargento Malmus y hacer todo lo posible para que le des muerte con tus propias manos. Ve ahora y trae unas muestras de flores de las nieves para que Zelinsky encuentre un antídoto.

- Sire, ¿para qué necesitamos a Zelinsky?, yo puedo convencer a mis hermanos elefantes para que nos sigan donde nosotros digamos. Ellos odian el agua de la presa, como yo.

- No me cabe la menor duda mi querido amigo, pero no olvides que nuestro plan es secreto y debemos guardar las apariencias.

Próxima semana: Capítulo XX. Buscando al Sargento Trevor Malmus.

3 comentarios:

José Angel dijo...

¿Y dónde tiene la trompa el elefante, querido Mr Lombreeze?

Mister Lombreeze dijo...

Jose Angel, no es lo que parece. La religión elefanta prohibió la ablación tras el Concilio de Pretoria de 1652.

Insanus dijo...

[era “una simpática y graciosa mezcla de mono y bicho repugnante”]

jajajjaj

Yo me imaginé a Malmustus con la cara de Sabu, XDD.

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