Randall W. Griffith se tomó muy en serio su parte del trato, aquélla que le comprometía a localizar al Sargento Trevor Malmus, padre del bastardo Malmustus el mulato, quien, por su parte, ya estaba colaborando con el naturalista Zelinsky para obtener un antídoto que contrarrestase el efecto urticante de las flores de las nieves. Zelinsky había comenzado por sumergir un puñado de flores en un fluido viscoso durante un tiempo t >100 segundos pero no había obtenido significativos avances hasta ese momento.
Griffith advirtió al mulato sobre el más que probable exterminio de los 27 indígenas supervivientes de las minas de lignito una vez que las tropas imperiales consiguieran reclutar a los 2.000 elefantes rojos abisinios que la Pobo había exigido para interpretar "Il mio poleo" de Vinelli.
Malmustus se limitó a responder con un escueto comentario paquidermo: "krrrrrrrrriffffffffffffffffffkkkkkkkkkrrrrrrrrrrrrrisssssstttttiiiiiiiiiki”,
lo que en idioma elefante viene a significar: "qué le vamos a hacer". Tal era el odio hacia su padre biológico y el afán de venganza que tenía, que poco le importaba a Malmustus la muerte de los lugareños. La explotación minera quedaría en manos de los inmunizados trabajadores caucásicos imperiales y Malmustus había acordado con Griffith una pensión vitalicia que le garantizaba el sustento a cambio de sus "servicios especiales".
Griffith mandó llamar a Virgil Blázquez, el jefe de las tropas expedicionarias "lemures" y tras discutir con él algunos detalles logísticos sin importancia, le preguntó veladamente por Trevor Malmus. "Trevor Malmus, ese maldito bastardo...". Respondió Blázquez. La cosa pintaba bien para Griffith.
- ¿Veis mis dos piernas de madera de boj?, -prosiguió Virgil Blázquez-, pues una de ellas se la debo a ese desgraciado hijo de una mala madre. Fui herido en mi pierna derecha durante el combate contra los independentistas bogoteños. La herida no dejaba lugar a dudas, la pierna debía de ser amputada. Yo perdí el conocimiento y Trevor, quien entonces era mi Sargento Mayor, rellenó el informe que se remitió a la enfermería donde indicó "amputación de pierna izquierda urgente". El doctor Winstthentrov era un militar muy disciplinado, así que obedeció órdenes y me amputó la pierna sana para acto seguido amputarme la pierna derecha que, según su propio criterio, "tenía muy mala pinta". Ay, si yo pillara ahora a ese Malmus...
- Teniente Virgil, ¿sabe dónde está actualmente destinado el Sargento Malmus?
- Sí sire, está en la Escuela Militar Aerotransportada de Pensilvania formando a cadetes. Imparte clase de técnicas de defensa de fortalezas.
- ¿Cree ud. que el señor Malmus echa de menos la acción?
- Seguro que sí sire. Siempre fue un militar de campo.
- ¿Y se cree ud. capaz teniente Virgil Blázquez, héroe de la lucha contra los independentistas bogoteños, de persuadir al Sargento Malmus para que renuncie a su actual destino y se una a nuestra expedición en calidad de consejero táctico como buen conocedor de este terreno que es?.
- Puede ud. apostar que en menos de dos semanas el Sargento Malmus estaría aquí. Siempre y cuando se dé la orden de traslado sire.
- Considere ud. la orden emitida. Esta misma tarde tendrá una copia escrita firmada por mí sobre su mesa.
Durante unos minutos el silencio envolvió la estancia en la que Griffith y Blázquez estaban decidiendo el destino del sargento Trevor Malmus, pero también el destino del Primer Ministro Konsultas, de la mismísima regente Josephine de Anjou e incluso del mismo Imperio. Finalmente el teniente Blázquez preguntó no sin un cierto tono de desasosiego en su voz:
- ¿Qué le va a suceder a Malmus una vez que llegue aquí?.
Griffith se dirigió a un armario grande que tenía en su improvisado despacho de la casa del alcalde Lopinski, sacó a "Marietta" y respondió:
- ¿Se acuerda de Malmustus el mulato y su destreza usando esta azada?
Una sonrisa iluminó el rostro de Virgil Blázquez, surcado de cicatrices de Norte a Sur.
Griffith añadió:
- ¿Tiene algo que objetar Blázquez?
- Nada en absoluto sire. Nada en absoluto...
Tras brindar con aguamiel y recordar el horripilante sabor de ese mejunje que no pudieron evitar escupirse el uno al otro, Griffith y Blázquez convinieron en no volver a hablar del tema hasta la llegada del Sargento Trevor Malmus y tampoco volver a probar nunca el horripilante aguamiel de Brevosia.
Próxima semana: Capítulo XXI. La llegada de Trevor Malmus a Brevosia.
5 comentarios:
Sigue manteniéndome enganchado con cada capítulo...Por mí como si no los acaba nunca.
Lo mismo digo, lunes. Mi ración de Pockollock se ha convertido en hábito.
Lo de escupirse a la cara el aguamiel, jajjaj, qué bueno. Y es que debe saber a rayos, efectivamente.
Vuestros halagos me provocan emoción y gratitud sinceras.
Pues ya vamos por las 2/3 partes del culebrón.
Solamente quedan ya 10 capítulos.
Pockllock, es una de las grandes novelas del S.XXI, de obligada lectura en todas las universidades a lo ancho y largo de este mundo...creo que sería una buena idea llevarla al cine de animación, y digo de animación ya que conseguir 3000 elefantes rojos que corran a 25000 kms/h me parece algo dificil...
Bravo, bravo. Mr.Mierdas, secundo su opinión.
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