sábado, 14 de noviembre de 2009

El Salitre de las botas de Pockollock. Capítulo XXI.

Capítulo XXI. La llegada de Trevor Malmus a Brevosia.

Trevor Malmus era un soldado de apariencia imponente. Su calvicie frontal, -muy común por otra parte en los hombres de su edad-, no ensombrecía sin embargo el brillo de su bella melena pelirroja que, aunque ya salpicada de numerosas canas, todavía adornaba el Sargento con trenzas de inspiración greco-romana. Un frondoso bigote tipo revolucionario confería a su rostro un tono agresivo que compensaba con una voz suave y cálida. Hombre fornido aunque de piernas cortas, gustaba de ajustar el tiro del pantalón de manera que sus partes nobles fueran visibles lo más llamativamente posible. Militar de vieja escuela, rehusaba llevar el moderno uniforme imperial y seguía usando el clásico, diseñado a imagen y semejanza del de Coronel de los Cazadores a caballo de la Guardia Imperial que Napoléon había puesto de moda en Austerlitz hacía ya casi un siglo. Esta vestimenta le daba a Trevor Malmus un porte muy distinguido que le ayudaba en sus conquistas femeninas y que el alcalde Rowentall Lopinski encontró arrebatador mientras conducía al Sargento a la estancia de Randall W. Griffith.

Una vez allí, el alcalde, víctima de una erección y una excitación sexual evidentes, ofreció a Trevor Malmus un vaso de aguamiel que el Sargento apuró de un trago para luego comentar: "Excelente licor. Digno de un noble pueblo como el suyo alcalde". Esta generosa muestra de amabilidad del Sargento Malmus terminó por encandilar al alcalde Lopinski quien tuvo que retirarse presuroso a su retrete para la práctica del onanismo castrense.

El irresistible Trevor Malmus en sus años mozos.

Malmus dio un sonoro taconazo y se presentó a Griffith: "Sargento Trevor Malmus sire".
Una extraña desazón se apoderó de Griffith. Se dio cuenta de que se encontraba ante un hombre, un héroe de guerra, al que había llamado para ser conducido al matadero. Por un momento pensó en abandonar su plan y ahogar en íntimas lágrimas el deseo de venganza por la ejecución de su amada Margueritte. ¿Cuántos inocentes tenían que morir para lograr su propósito?. Sin embargo, ¿era realmente el Sargento Malmus inocente?, ¿acaso no era un asesino de mujeres indefensas?. ¿Mas quién era Griffith para auto adjudicarse el papel de justiciero?. Todos estos pensamientos retrasaron la respuesta de Griffith durante unos instantes. Malmus se extrañó del comportamiento de Griffith. Sin embargo esperó con disciplina las primeras instrucciones de su superior.

- Sargento Malmus.., bienvenido a Brevosia. Supongo que ya ha sido informado del motivo de su traslado.
- Sí sire.
- Espero que encuentre el alojamiento a su gusto.
- Seguro que sí sire.
- Preséntese ante el Teniente Blázquez para recibir los detalles de su misión. Gracias por colaborar en esta expedición vital para el Imperio.
- Es mi deber sire. Y con gusto lo cumplo.
- Confiamos en que su experiencia en esta zona y con estas gentes nos sea de gran ayuda.

Griffith esperó algún tipo de reacción y miró fijamente el rostro de Malmus quien apenas se inmutó como si la Matanza de Pockollock de años atrás no fuera con él.

- Malmus, -prosiguió-, tengo entendido que sirvió con Blázquez en la lucha contra las revueltas bogoteñas...
- Tuve ese honor sire.

Tampoco ninguna sombra de inquietud apareció entonces en la cara de Malmus, responsable de una de las dos piernas de madera de boj del teniente Virgil Blázquez.

- Gracias Sargento. Puede retirarse.

El alcalde de Brevosia, Rowentall Lopinski.

Nadie acompañó a Malmus esta vez mientras abandonaba el despacho de Griffith. Algo perdido por los corredores del Ayuntamiento de Brevosia, Malmus acabó entrando en las estancias del alcalde que él confundió con la salida. Al abrir la puerta del retrete de Lopinski, encontrolo entregado frenéticamente a una apasionada manualidad.

- Muy bien muchacho, -exclamó Trevor Malmus-, así se hace. Déle duro a su amiguito. Es una costumbre muy sana y muy castrense. Esperaré fuera tomando algo más de su estupendo aguamiel hasta que termine ud, tras lo cual agradeceré que me conduzca ante la presencia del Sargento Blázquez. Si necesita algo, hágamelo saber.

Ese ofrecimiento precipitó el orgásmico final de Lopinski quien después de cubrirse los genitales guió al Sargento Malmus hasta la tienda de Blázquez mientras pensaba: "Creo que me he enamorado de este fornido Sargento de trenzas greco-romanas...".

Aguamiel de Brevosia.

Próxima semana: Capítulo XXII. El antídoto contra el mal de las flores de las nieve de las minas de lignito.

4 comentarios:

lunes dijo...

JUAAAAAAAA ¡¡ Si necesita algo hágamelo saber... Mire Lombreeze, de esta obra se harán en el futuro sesudos estudios cual Ulises de Joyce. Al tiempo..... Genial

Insanus dijo...

El onanismo, esa actividad que se practica en silencio, juajuajua.

Excelente entrega, muy descriptiva y bien llevada, :).

Anónimo dijo...

de donde sacaaste el apellido Malmus?
Saludos, malmus.
josepatriciomm@gmail.com

Mister Lombreeze dijo...

Hola Jose, no me digas que es un apellido que existe?. Te cuento. El nombre para el personaje del mulato viene de una expresión italiana que según me dijo un amigo (italiano) equivale a nuestro "cascarrabias" = "malmustus".
Luego surgió el padre y se me ocurrió que en la lengua aborigen el sufijo -tus significara "hijo de".
Así fue la cosa...

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