domingo, 28 de noviembre de 2010

Las Aventuras de Gottfried Rinkley, el inventor del siglo XX. Capítulo XVII.

Capítulo XVIII. Gottfried Rinkley en el palacio de Bellopiacere (Timbrisi, Italia 1872). Las 10 de Rinkley.

El 14 de Noviembre de 1872 Gottfried Rinkley llegó a la residencia de verano del Conde de Timbrisi, el palacio de Bellopiaccere, montado sobre la primera bicicleta de la que se tiene constancia histórica. Fue un viaje duro pues el sillín de bicicleta no se inventaría hasta muchos años después (1886, John H. Pulligan).

Casi exhausto y sin ningún plan premeditado, Gottfried hizo sonar la campana de la puerta principal del Bellopiacere Pallatinato. Mientras esperaba ser atendido, pudo contemplar tras la verja principal los amplios jardines que rodebanan la residencia del conde. Dándose cuenta de que su aspecto era el de un indeseable, intentó disimular, al menos, su calvicie cubriendo su cabeza con hojarasca que recogió del exterior de palacio. Impaciente, volvió a hacer sonar la campanilla sin recibir ninguna contestación. Rodeó el perímetro de la finca sin encontrar ninguna señal de habitante alguno. De vuelta en la entrada principal se encontró con un deshollinador que abandonaba en ese momento el palacio. Gottfried le abordó:

- Perdonad caballero, me preguntaba si podriais ayudarme. Acabo de ver cómo saliais de palacio.
1 - ¿En qué puedo ayudaros?, -respondió el deshollinador.
- He hecho sonar la campanilla en un par de ocasiones pero nadie atiende mi llamada y me preguntaba...
2 - ¿Por qué lleváis hojas en la cabeza?, -le interrumpió el desconocido.
- Bueno, soy calvo. He pensado que debía acicalarme un poco antes de ser recibido en el palacio del conde.
3 - ¿Por qué vestís harapos?, -volvió a preguntarle mientras se apoyaba sobre uno de sus cepillos deshollinadores.
- Es una larga historia.
Se hizo un silencio que se prolongó durante un par de minutos. Gottfried prosiguió:

- ...una larga historia que no os voy a contar. Por favor, ¿seríais tan amable de entrar en palacio y avisar al servicio para que pueda ser recibido?. Temo que si entro a la brava pueda ser confundido con un delincuente.
4 - ¿Sabéis leer mi querido amigo?
- ¿Yo?, sí, sé leer, claro.., sí.
5 - ¿Me podéis decir qué pone en el letrero que está colgado a la derecha de la puerta princial?.
- Bueno, sí, cómo no, -y Gottfried pensó que ese pobre deshollinador era un iletrado-. Pone "Begliopiacchiere Pallatinato. Residenzia de verano del Conde de Timbrisi".
6 - ¿Y en qué mes estamos?
- En noviemb...

Gottfried se interrumpió y se dio cuenta de que el viaje en bicicleta desde Hotelinden hasta Timbrisi le había llevado más tiempo del que él creía. También se percató de que ese extraño personaje con el que estaba hablando le había hecho, hasta ese momento, seis preguntas seguidas.

7 - ¿Vos creeis que tiene algún sentido pernoctar en la residencia de verano en pleno mes de noviembre?.
- No, supongo que no - respondió contrariado el desafortunado Rinkley.
8 - ¿Habéis servido en la Armada de Su Majestad?, -volvió a preguntar con tono curioso mientras miraba fijamente el tatuaje que Gottfried llevaba en su brazo izquierdo.
- Sí, yo.., sí. Di la vuelta al mundo. -y miró hacia el horizonte-. Hice una pequeña fortuna, pero la perdí en Hoetlinden.
9 - ¿La infecta e insalubre capital del norte de Flandes?
- La misma. Gracias por vuestra ayuda caballero. Si me disculpáis creo que necesito sentarme un rato a descansar y pensar en todo lo que me ha pasado estos últimos meses.

Gottfried se encontraba agotado, las fuerzas le estaban fallando. Las razones eran, casi a partes iguales, el largo viaje en bicicleta y el fatigoso e incesante cuestionario al que estaba siendo sometido por ese extraño deshollinador tocado de somprero de copa y que portaba una escalera y un largo cepillo. Quiso preguntarle dónde residía el conde en invierno pero le aterró la idea de que la conversación nunca finalizara. Desorientado, cerró los ojos e intentó concentrarse. ¿Por qué estaba allí?, ¿cómo había llegado hasta ese lugar?, ¿por qué no podía pensar con claridad?.
10 - ¿Os puedo ser de utilidad en algo más?, - dijo el deshollinador lanzando su décima pregunta.

Gottfried se desmayó.

Cuando despertó sobre un charco de vómitos que identificó como propios, Gottfried tardó unos instantes en recuperar la visión con claridad. Al incorporarse se percató de que sobre la acera habían escrito, con lo que parecía ser hollín, el siguiente mensaje: "La residencia de invierno del Conde está situada solamente dos calles más abajo, es el Palacio de Buonaesperanza. Buena suerte amigo mío".

Ese 14 de Noviembre de 1872 tuvo lugar el primer interrogatorio en tercer grado de la Historia
, también conocido como las 10 de Rinkley, y creó un patrón que todas las fuerzas de seguridad siguen empleando en la actualidad para confundir a los acusados por la Justicia y conseguir que confiesen sus indecentes crímenes.

La identidad del deshollinador nunca se ha conocido. En 1945 una anciana llamada Rebecca Vottneinghar declaró a las fuerzas libertadoras norteamericanas que el deshollinador era su abuelo, Paul Vottneinghar y adjuntó esta foto como prueba.

Estas asombrosas declaraciones hicieron que fuera trasladada al cuartel general aliado con sede en Bremen donde fue sometida a un interrogatorio de tercer grado. Acabó confesando que era amante de Goebbels y fue colgada por los tobillos durante 48 horas.

Nunca pudo demostrarse si lo que declaró era cierto.

7 comentarios:

MonSeñor Gusano dijo...

Jajajajaja, Es que me meo.

G. K. Dexter dijo...

Desopilante.

Un saludo cinéfilo.

lunes dijo...

Es que me descojono con Rinkley aunque esta es una larga historia.....(120 segundos)....que no voy a contar. ja ja. Es que me imagino esto en película y me cuadra perfectamente. Buenísimo.

Insanus dijo...

jajjaj, superándote en cada entrega.

Lughnasad dijo...

Muy buena entrega. Me descojoné con lo del sillín.

Mister Lombreeze dijo...

joder Lughnasad, no te descojones, que Gottfried lo pasó realmente mal...

Lughnasad dijo...

Lo pasaría mal los primeros kilómetros, después seguro que le pilló el gustillo a lo del sillín...

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