La jornada en la que el Primer Ministro Konstantin Konsultas acompañado por Vladimir Kolenko, Randall W. Griffith y el Coronel Trevor Malmus iban a hacer entrega a la diva de la ópera Maria Poboski de sus 2.000 elefantes rojos abisinios comenzó de manera algo accidental cuando el temperamental Malmus forzó sexualmente a 7 de las 26 ninfas que usualmente recibían a los huéspedes de "la Pobo". Esta actitud tan poco galante, provocó el enfado de los 26 jenízaros negros de la guardia personal de "la Pobo" que intentaron apresar a Malmus, muriendo 17 de ellos en el intento. Konsultas llamó al orden al militar y tras aclarar el malentendido con Maria Poboski, se siguió el protocolo habitual y la agenda prevista.
Maria Poboski comprobó, llena de satisfacción, el magnífico estado en el que habían llegado sus otros 2.000 elefantes.
-¿Otros?, -preguntó Kolenko-, ¿es que acaso tenéis más?.
- Sí, mi querido Vladimir, compré hace unas semanas los 1.000 elefantes rojos abisinios que sirvieron como pago a Olga Papadolopoudus cuando Niccola Krucenku intentó montar "nuestra" ópera hace años. Tras su fracaso, Krucenku los vendió al famoso Circo de los Hermanos Longarini que me los dejaron a precio de saldo. Estimado Coronel, ¿podría por favor conducir a nuestros nuevos huéspedes con sus congéneres?.
- Desde luego que sí señora, - respondió Malmus. Y abandonó la sala de Invitados del palacete de la Pobo.
Malmus había aprendido nociones básicas del lenguaje elefante y con una serie de precisas instrucciones, (y algunos chistes elefantiles que conocía y que le sirvieron para ganar su confianza), condujo a los 2.000 paquidermos al recinto en el que se encontraban sus 1.000 amigos mientras contaba un famoso chiste del siglo XV: “¿Cómo meteriais a 4 elefantes en una calesa?...”
El reencuentro fue de lo más emocionante. Incluso el propio Malmus no pudo evitar estremecerse al ver a tantos familiares derramar lágrimas al encontrarse de nuevo con los suyos después de más de 20 años. Una vez superada la emoción del primer momento, Malmus llamó al orden y pidió hablar con el líder de la manada. Hasta ella le condujeron. Su nombre era Marietta, una elefanta.
Muy altivo y con un tono ligeramente prepotente, Trevor Malmus intentó dirigirse a Marietta, pero fue inmediatamente interrumpido:
"Sargento Trevor Malmus", -exclamó Marieta-, " ¡qué grata sorpresa!".
Malmus no comprendía. "Efectivamente Madame, aunque ahora soy Coronel, ¿cómo es que conoce mi nombre?, ¿es que mi fama me precede?".
- Trevor Malmus. Asesino de mujeres y niños. Degollaste con tus propias manos a la hermosa Bímbimi a quien habías dejado en cinta de un hermoso niño: mi hijo Malumus-tus. ¿Quién podría olvidarte?. Dime bellaco, ¿dónde está mi hijo?. Dímelo y te perdonaré la vida.
Y un corro de 3.000 elefantes enfadados rodeó al Coronel Malmus.
- Sin duda me confundís con otro, Madame.
- Os creía capaz de las mayores vilezas pero ¿cobarde?, nunca lo hubiera imaginado.
El truco de Marietta funcionó. Malmus rojo de irá respondió:
- Sí, yo lo hice. Y lo volvería a hacer. Soy un militar y cumplo órdenes.
- ¿Dónde está mi hijo Malmus?. ¡Habla!. Acabáis de llegar de las minas de lignito y Malmustus era el único que os podía poner en contacto con sus habitantes.
- Vuestro hijo está muerto. Yo lo maté antes de que él mismo acabara con mi vida en su ridículo intento de vengar la muerte de su madre.
Trevor Malmus supo entonces que su fin estaba próximo. Pidió morir desnudo, como había llegado a este mundo, y ser enterrado en la capilla de San Benevolente de Bérgamo, su ciudad natal.
3.000 elefantes ignoraron sus deseos y desfilaron sobre su triturado cuerpo que más tarde fue devorado por los propios paquidermos en una ceremonia eucarística.
- ¡Se ha cumplido la profecía!. -exclamó Krisstoss, Sacerdote Mayor de los elefantes-. Hermanos míos, somos libres. ¡La maldición terminó!.
Y a una velocidad cercana a los 25.000 kms/h partieron los 3.000 elefantes hacia su Tierra Prometida, un desierto donde fundaron el actual Estado de la República Paquidérmica de Iljunfant, líder mundial de producción de crisantemos. Todos partieron con una enorme sonrisa en su rostro atrompado.
Todos menos la elefanta Marietta que no pudo reprimir unas lágrimas de dolor por la redentora muerte de Malmustus, su hijo humano.
“Tu sacrificio no fue en vano, hijo mío”.
4 comentarios:
Llego demasiado tarde a esto, me parece. Demasiadas entregas (ja,ja). Menudo curro te has pegado.
Por cierto... Acabo de leer tu vieja entrada cómo distinguir el bien del mal. Muy divertida.. Por cierto.. ¿has visto la de Hombre mirando al Sudeste?
Genial, mi primer Pockollock del 2010! :)
Fruto de mi mente enferma unido a demasiado tiempo libre...
Bueno, nunca es tarde para engancharse a los Grandes Clásicos de la Literatura...
David, pues no, no la he visto, pero le estoy poniendo remedio ahora mismo mientras escribo estas palabras a la vista de tu recomendación y las reseñase que estoy ojeando.
Insanus, qué poquito queda ya para que acabe este culebrón. Igual lo echamos de menos y todo este 2010...
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