Capítulo XXXI. El fin del Salitre de las botas de Pockollock.
"Me llamo Noor Al -Hussein pequeño Randall. Ha llegado la hora de que vuelvas con tu pueblo. Lleno de penalidades ha sido el camino que te ha traído hasta aquí. Nosotros mismos, los altivos pero hambrientos beduinos, hemos estado a punto de devorar tu frágil cuerpecito. Pero gracias a Alá, no ha sido necesario. Las Hermanas Advocadoras te cuidarán bien.
Randall, aprende siempre de tus errores y nunca pierdas la fe en la bondad de las personas, incluso de las que están dispuestas a devorarte, porque como dice el Corán, "El camino del bien que conduce al Paraíso es liberar un esclavo, alimentar un huérfano o un pobre en su desgracia".
Antes de decirte adiós y despedirnos para siempre, mi pueblo quiere hacerte un regalo para que nunca nos olvides. Somos gente pobre y no tenemos posesiones materiales, pero te confiamos a cambio, uno de nuestros más hermosos secretos: la fórmula beduina para quitar las manchas de salitre de las botas de cuero...".
Konstantin Konsultas no podía creer lo que el moribundo R.W. Griffith le estaba narrando: un episodio de su niñez tras el motín del "Lulenbroj”. Griffith prosiguió:
- Primer Ministro Konsultas, quiero revelarle el secreto beduino de las manchas del salitre del Océano Índico, -el más rebelde de todos los salitres conocidos-, pero antes prométame que, a cambio, luchará con todas sus fuerzas contra la Injusticia y la Miseria que asola a las clases humildes de nuestro reluciente Imperio. No más ejecuciones, no más esclavitud, no más caprichos de la aristocracia construidos sobre el sudor y la sangre de los desfavorecidos.
Konsultas asintió y dijo: "lo juro Griffith, lo juro".
"Agua destilada y alcohol de romero a partes iguales.".
Ésas fueron las últimas palabras de Randall W. Griffith.
Konsultas cerró con sus temblorosas manos el único ojo que quedaba de R. W. Griffith. Cubrió su cuerpo con una cortina de la estancia de "la Pobo" y, totalmente abatido, abandonó la sala arrastrando sus cansados pies mientras murmuraba: "liberar un esclavo, alimentar un huérfano o un pobre en su desgracia...".
"Me llamo Noor Al -Hussein pequeño Randall. Ha llegado la hora de que vuelvas con tu pueblo. Lleno de penalidades ha sido el camino que te ha traído hasta aquí. Nosotros mismos, los altivos pero hambrientos beduinos, hemos estado a punto de devorar tu frágil cuerpecito. Pero gracias a Alá, no ha sido necesario. Las Hermanas Advocadoras te cuidarán bien.
Randall, aprende siempre de tus errores y nunca pierdas la fe en la bondad de las personas, incluso de las que están dispuestas a devorarte, porque como dice el Corán, "El camino del bien que conduce al Paraíso es liberar un esclavo, alimentar un huérfano o un pobre en su desgracia".
Antes de decirte adiós y despedirnos para siempre, mi pueblo quiere hacerte un regalo para que nunca nos olvides. Somos gente pobre y no tenemos posesiones materiales, pero te confiamos a cambio, uno de nuestros más hermosos secretos: la fórmula beduina para quitar las manchas de salitre de las botas de cuero...".
Konstantin Konsultas no podía creer lo que el moribundo R.W. Griffith le estaba narrando: un episodio de su niñez tras el motín del "Lulenbroj”. Griffith prosiguió:
- Primer Ministro Konsultas, quiero revelarle el secreto beduino de las manchas del salitre del Océano Índico, -el más rebelde de todos los salitres conocidos-, pero antes prométame que, a cambio, luchará con todas sus fuerzas contra la Injusticia y la Miseria que asola a las clases humildes de nuestro reluciente Imperio. No más ejecuciones, no más esclavitud, no más caprichos de la aristocracia construidos sobre el sudor y la sangre de los desfavorecidos.
Konsultas asintió y dijo: "lo juro Griffith, lo juro".
"Agua destilada y alcohol de romero a partes iguales.".
Ésas fueron las últimas palabras de Randall W. Griffith.
Konsultas cerró con sus temblorosas manos el único ojo que quedaba de R. W. Griffith. Cubrió su cuerpo con una cortina de la estancia de "la Pobo" y, totalmente abatido, abandonó la sala arrastrando sus cansados pies mientras murmuraba: "liberar un esclavo, alimentar un huérfano o un pobre en su desgracia...".
Epílogo: Los 500 últimos días de Konsultas.
La Reina Josephine de Anjou asistió emocionada al desfile anual conmemorativo del día del desfiladero de Pockollock y comprobó cómo las botas de todos sus soldados relucían de manera que hacían palidecer de envidia al mismo sol.
Se percató de que, sin embargo, el espectáculo parecía no interesar a su Primer Ministro Konsultas, quien dormía ajeno a los festejos.
"Sin duda, está muy cansado. Este último año y medio ha debido de ser agotador para él. Tantas reformas y tan rápidas.., la abolición de la esclavitud, de la pena capital, de los privilegios de la aristocracia, (incluidos algunos de la Corona y casi todos del Clero), la transición a una democracia parlamentaria, la creación de un sistema de sanidad pública gratuita para los más desfavorecidas, el reconocimiento de la independencia de tantos y tantos territorios colonizados. Por no hablar de su pasión por los memoriales y estatuas. Dios mío, ¡qué excentricidad!. Nunca había visto tantos monumentos conmemorativos en nuestros parques y jardines. Todos ellos muy hermosos. Esta misma tarde tengo que asistir a la inauguración del último, una extravagancia de Konsultas: “Randall y Margueritte”. Pero.., ¿quiénes fueron esos dos jóvenes?. ¡Konsultas ha ordenado erigirlo en la Plaza Mayor de la Capital Imperial!. Mas, ¿cómo negarle ese capricho después de todo lo que ha hecho?. Sé que esto le hace especialmente feliz y me complace satisfacer sus deseos.".
Terminado el desfile, la Reina en persona se dirigió hacia su Primer Ministro para despertarle.
- ¿Konstantin, has visto cuan hermosas lucían las botas de nuestros soldados?. Todo gracias a ti Konstantin.
Pero Konstantin Konsultas nunca respondió y nunca despertó. Murió allí, con los ojos bien cerrados ante el brillo de las botas sin salitre de Pockollock.
La Reina Josephine de Anjou asistió emocionada al desfile anual conmemorativo del día del desfiladero de Pockollock y comprobó cómo las botas de todos sus soldados relucían de manera que hacían palidecer de envidia al mismo sol.
Se percató de que, sin embargo, el espectáculo parecía no interesar a su Primer Ministro Konsultas, quien dormía ajeno a los festejos.
"Sin duda, está muy cansado. Este último año y medio ha debido de ser agotador para él. Tantas reformas y tan rápidas.., la abolición de la esclavitud, de la pena capital, de los privilegios de la aristocracia, (incluidos algunos de la Corona y casi todos del Clero), la transición a una democracia parlamentaria, la creación de un sistema de sanidad pública gratuita para los más desfavorecidas, el reconocimiento de la independencia de tantos y tantos territorios colonizados. Por no hablar de su pasión por los memoriales y estatuas. Dios mío, ¡qué excentricidad!. Nunca había visto tantos monumentos conmemorativos en nuestros parques y jardines. Todos ellos muy hermosos. Esta misma tarde tengo que asistir a la inauguración del último, una extravagancia de Konsultas: “Randall y Margueritte”. Pero.., ¿quiénes fueron esos dos jóvenes?. ¡Konsultas ha ordenado erigirlo en la Plaza Mayor de la Capital Imperial!. Mas, ¿cómo negarle ese capricho después de todo lo que ha hecho?. Sé que esto le hace especialmente feliz y me complace satisfacer sus deseos.".
Terminado el desfile, la Reina en persona se dirigió hacia su Primer Ministro para despertarle.
- ¿Konstantin, has visto cuan hermosas lucían las botas de nuestros soldados?. Todo gracias a ti Konstantin.
Pero Konstantin Konsultas nunca respondió y nunca despertó. Murió allí, con los ojos bien cerrados ante el brillo de las botas sin salitre de Pockollock.
Randall y Margueritte.
FIN
7 comentarios:
Bravo, bravo, bravo... excelente obra de obligada lectura para todo aquel que quiera ir con la cabeza alta por la vida!!!
Enhorabuena Mr Lombreeze...para cuando su segunda obra???
Esta trabajando en ello?
Gracias MrMierdas, me alegro de que hayas disfrutado con Pockollock.
Pues sí, estoy trabajando en las aventuras de Gotfried Rinkley. Ya veremos...
He acompañado la lectura con cigarrito casi postcoital,:). Muy bien, ¡ánimo con la segunda!, no lo dejes. Ha sido genial participar como lector en esta novela online y te vuelvo a decir (porque sé que a los autores nos cuesta autojuzgarnos) que Pockcollock mola.
Je, je... Insanus, tu compañía durante estos 6 meses ha sido grata y estimulante. Gracias por estar ahí semana tras semana.
Felicidades caballero, lo suyo si que ha sido todo un logro. Ahora la edición en tapa dura formato mesita de café!
Gracias Doc!
Magnifique, monsieur Lombreeze.
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