La Democracia actual es un acto de fe de los demócratas comparable a la devoción religiosa de los creyentes o a la fe que las mentes racionales tienen en la Ciencia.
La Democracia es un acto de fe porque la realidad es que (salvo contadísimas excepciones) no sabemos exactamente qué formación intelectual o académica poseen aquellos candidatos a los que votamos, no tenemos del todo claro para qué votamos a quien votamos, no conocemos en profundidad qué nos proponen esos a los que votamos, no sabemos si van a querer cumplir ese programa electoral que no conocemos en profundidad, pero, es más, tampoco sabemos si van a ser capaces (limitados por su propia incapacidad o por la que les venga impuesta por factores coyunturales o estructurales) de cumplirlo aún en el desable caso (tampoco nos pasemos de cenizos) de que realmente estén decididos a hacerlo. Así y todo les votamos. A la vista de lo expuesto, ustedes me dirán: ¿la Democracia es o no es un acto de fe?.
Sin embargo, ¿es tan malo todo lo que acabo de escribir?, ¿es tan infundada en este caso nuestra fe?, ¿debería el ciudadano tener la obligación de poseer los conocimientos y la formación necesaria para entender los programas de todos los partidos políticos que se presentan a las elecciones, -cada uno de ellos con sus respectivas políticas económicas, de comercio y relaciones internacionales, de estrategia de defensa, seguridad ciudadana, recaudación de impuestos, etc-, y poder así involucrarse en cuerpo y alma, día a día, en la política de sus instituciones?, ¿pero es que acaso es esto posible?, ¿es tan deseable y necesario como dicen algunos?, ¿no basta con tener unas pocas convicciones sobre lo que consideremos irrenunciable y dejar lo de cómo conseguirlo a los expertos?. ¿Necesitamos terminar la carrera de medicina para ir al médico a que nos curen?. ¿Necesitamos conocimientos profundos de física o de electrónica o de informática para encender la tele, el microondas o el pc?. ¿No resultaría abrumador?. ¿Es que acaso alguien cree, de verdad, que la solución de conflictos de una tribu de 50M de personas puede resolverse de manera asamblearia?.
La Democracia es un acto de fe, sí (algo menos en el caso de la política local) pero comparte con la fe en la Ciencia algo que las distingue de la fe irracional de las religiones. Es una fe que se sustenta en "milagros". Yo tengo fe en el médico porque me cura el menisco. Y tengo fe en la Democracia porque tengo un blog en el que escribo lo que me sale de las narices. Y tengo fe en algunos políticos o partidos políticos o tendencias políticas porque los he "visto en acción".
Esto no es apología de la aristocracia o un llamamiento a la desidia, al apoltronamiento acomodaticio de clase media o a confíar ciegamente en todo lo que hagan nuestros políticos porque," oye, que se regulen ellos solitos", como decían los neoliberales de los MERCADOS. No, no es esto. El que lo haya entendido así, en realidad, no me ha entendido. Pero no me quiero alargar más en este apecto que sé que es donde muchos ven un fallo estructural de nuestro sistema democrático que deslegitima todo lo que se construya a partir de ahí. Yo, sin embargo, creo que los que así opinan se equivocan ya que tienen innecesariamente alto el objetivo de cumplimiento eficaz de los deberes y derechos de la ciudadanía. Es que ellos también tienen fe, claro.
Como yo tengo fe en la Democracia, voto. Como, además, me considero más de izquierdas que otra cosa, voto todavía más convencido porque de todos es conocido a quién ha favorecido históricamente la abstención activa (la pasiva favorece a los bares de tapas). Supongo que soy un socialdemócrata. Un timorato para la izquierda más radical y un iluso para los neoliberales.
No comparto los argumentos abstencionistas aunque estén tan bien representandos y expuestos como, por ejemplo, por gente como Antonio García-Trevijano, uno de los más conocidos representantes del abstencionismo activo, pacífico y racional. Participar en el tinglado electoral no tiene por qué significar estar plenamente de acuerdo ni con el sistema de financiación de los partidos, ni con la ley electoral que apuesta por el bipartidismo, ni con tantas y tantas otras cosas que sabemos que no nos gustan.
Yo sigo creyendo que la cosa se puede cambiar desde dentro. Que los políticos que elijamos pueden hacerlo cada vez mejor. Creo que la clase política no está todavía en plena forma (ni de lejos) pero estoy convencido de que es debido, en parte, a que la cultura de nuestra sociedad tampoco está en plena forma. Hay mucha noria y poca la clave. Los políticos nos representan más de lo que nos gusta reconocer. Se nos llena la boca reprochándoles su falta de ética el mismo día que vamos a firmar la hipoteca y le adelantamos nosecuantos miles de euros en dinero negro a la promotora para ahorrarnos impuestos. Creo que hay mucha desconfianza fundada hacia la clase política, desde luego, sobre todo en lo que a su indignante blindaje legal anti-asunción de responsabilidades se refiere. Pero también hay mucho recelo hacia ellos que nace de la demagogia, lo que siempre ha demostrado ser un caldo de cultivo excelente para los totalitarismos.
Yo tengo fe. Yo voto. Yo creo que cada vez somos más inteligentes, más cultos, menos ruines, menos crueles, menos insolidarios y que, impepinablemente, nuestros políticos serán, cada vez, más inteligentes, más cultos, menos ruines, menos crueles y menos insolidarios.
Y también creo que la Historia nos demuestra que la mayor parte de los logros y conquistas de nuestro Estado de Bienestar nos han adelantado por la izquierda.
Y dicho esto.., hala, a votar en conciencia.