jueves, 27 de junio de 2013

Mis Películas Favoritas: 5 Años de... Martyrs (2008, Pascal Laugier).

Martyrs tiene una puntuación de 6,4 en el filmaffinity y, hombre, tampoco voy a pasarme varios pueblos diciendo que fue una película que me cambió la vida pero, desde luego, sí que fue un hito cinematográfico para el que esto escribe.


Celebramos hoy un lustro del estreno de Martyrs, una de la más dignas representantes del efímero movimiento que alguien bautizó como Cine Extremo Francés y con el que un grupo de realizadores franchutes pretendieron (yo creo que a imagen y semejanza de los japos) revitalizar un poquito el cine de adultos de algunos géneros que nunca han encajado del todo bien entre el público más maduro.

Y lo hicieron caminando por el sendero de la violencia extrema intentando no despeñarse por el precipicio del exploitation y de la pornografía. Aunque, obviamente, cada uno de nosotros ponemos la frontera donde nuestra sensibilidad nos dicta. Allá aquéllos que se excitaron con la escena de la violación de Irreversible.


O sea, lo que pretendieron los gabachos fue rescatar el (los) género(s) de ese nicho de público teen al que los USA lo habían condenado (i.e. Hostel) pero sin arrinconarlo en los oscuros callejones del cine de culto gore hecho por y para cuatro pirados (aka. onanistas sin novia).

Yo no quiero contar nada sobre el argumento de Martyrs. Ni siquiera voy a insertar fotos que les den pistas sobre el desarrollo de la trama. Solamente les voy a recomendar que la vean (o la revisionen) para celebrar su 5º Aniversario porque es una de mis películas favoritas de terror. También es un estupendo thriller aunque esté plagado de escenas gore, impactantes imágenes explícitas y personajes tan extremadamente sádicos como, afortunadamente, improbables.

No es una película para todos los estómagos... Pero si mi esposa la resistió sin pedir el divorcio, ustedes también pueden.

Martyrs, tan hermosa como un cuadro de San Sebastián (el mártir).

No se la pierdan.

lunes, 24 de junio de 2013

El Hombre de Acero (2013, Zack Snyder). Derribos Snyder, S.A.

Como dijo Sartre, "todos los soñadores confundimos el desencanto con la verdad" y la verdad es que El Hombre de Acero, la última película de Zack Snyder, es un desencanto absoluto.


Cuando se anunció el requetearranque de la franquicia cinematográfica de Superman, I had a dream. Y lo que soñé fue que Zack Snyder lograría lo que no consiguió Bryan Singer pero sí habían materializado Richard Donner, John Williams y Christopher Reeve: crear una obra maestra del Cine.

Los sueños, sueños son.

Christopher Nolan está detrás de todo esto... y es posible que la culpa del fiasco sea suya porque la solemnidad de El Hombre de Acero aburre a las piedras. Si a este insoportable tono de tragedia clásica (mejor dicho: de opereta) le sumamos la reiteración de las propuestas de las escenas de acción... pfff. ¿qué salvamos de la película?... pues al "protagonista", Henry Cavill, quien, como bien dicen al final de la película, "está buenísimo" (sic). 

Sí amigos, sí.., ése es el nivel del poco humor que incluye el guión de David S. Goyer. O sea, es tan soso como toda la trilogía TDK.

Otra joyita de Mr. Goyer: "Mi hijo es el doble de hombre que tú" (Kal-El al malo). Tremendo.

Si he entrecomillado lo de "protagonista" es porque David s. Goyer consigue, otra vez, lo imposible: hacer que el súper héroe sea el secundario de la historia. En su afán por dignificar y sofisticar las que, a sus ojos, parecen ser infantiloides tramas de cómic, este señor le ha dado tanto peso específico al padre biológico de Superman, al adoptivo, a la reportera, al malo, a los USA, al ejército USA, al apocalipsis de Krypton y a la madre que los parió a todos que el pobre Hombre de  Acero pasa casi tan inadvertido como Batman al final de la trilogía TDK.

Superman en su sitio: el segundo plano.

Para rematar la faena, el clan Nolan/Goyer/DC vuelve a contar para su banda sonora con Hans Zimmer quien ha perpetrado una composición bochornosa. "Chan,chan chan!!!" y poco más.

A lo peor Zack Snyder solamente sabe copiar y pegar imaginería (300 y Watchmen) pero no sabe crearla; en El Hombre de Acero ha mezclado un poquito de Giger con otro poquito del 11-S y apañao.

¿Lo de "Derribos Snyder" del título?. Ya lo entederán cuando vean la apoteosis escénica del final. Los contratistas de Metrópolis han hecho su agosto.

Que digan "Yo!" en los comentarios todos aquellos que sintieron deseos incontrolables de asesinar a Amy Adams / Lois Lane.

Floja.

Tobruk (2008, Václav Marhoul). A Borges le gustaba la novela en la que se basa...

Cuando soldados checoslovacos se enfrentan a tropas italianas y alemanas en el desierto de Libia, parece claro que estamos en una Guerra Mundial y es entonces cuando nos damos cuenta del porqué del calificativo.

El director checo Václav Marhoul decidió recordar y homenajear a los valerosos componentes del 11er. Batallón Checo que, heroicamente, defendieron, contra envites de alemanes e italianos, una serie de posiciones a orillas del mar Mediterráneo en el abrasador desierto libio.

La película, que vemos a través de los ojos de dos jóvenes soldados  (Jiri y Jan), comienza en el campo de entrenamiento de un grupo de reclutas que posteriormente serán destinados a las costas norteafricanas. Con el paso del tiempo, Jiri va de más a menos y Jan de menos a más en eso del ímpetu guerrero. Para que te fíes de las apariencias.

"Tobruk" es una película que, sin aportar nada nuevo al género y repitiendo algunos de los tics que ya estamos empezando a (mal)acostumbrarnos a ver, posee sin embargo el atractivo de saber transmitir el antibelicismo intrínseco que produce en el espectador la recreación de los horrores de la guerra.


La película no acierta del todo a la hora de intentar contagiarnos los fuertes lazos de la camadería que, a golpe de instrucción, se crean entre los miembros de un batallón de soldados y que resultan ser, en muchas ocasiones, el principal motor que hace ganar o perder las batallas.

O sea, yo por la Patria no sé si arriesgo el cuello porque la Patria es, en ocasiones, demasiado abstracta. Pero por mi colega de armas me juego la vida cuando haga falta. 

Es esta camadería entre soldados y el sentimiento de culpa que dejar de lado a tus compañeros puede ocasionar, lo que obliga a uno de nuestros protagonistas a regresar al infierno de ese desierto libio, -en el que hasta los escorpiones pasan sed-, pese a haber perdido toda esperanza de poder salir de allí con vida.

Y es que, como dijo Borges a propósito de la novela de Stephen Crane "The Red Badge of Courage" en la que la película se basa: "es la historia de un hombre que no sabía si era un cobarde o un valiente. Entonces llega el momento y averigua quién es.".

La recomiendo a todos los amantes del bélico (como yo) porque es una película más que correcta que alcanza en algunos momentos, interesantes y emotivos destellos de gran cine.


Lo que me lleva a compartir con vosotros la principal cuestión que la película provocó en mi cocorota tras su visionado y que es: ¿Por qué en España (46M de habitantes) todavía no sabemos hacer películas de esta factura y en la República Checa (10M) sí?.

miércoles, 19 de junio de 2013

Grandes Covers de la Humanidad. Dance me to the End of Love (2011, The Civil Wars).

Hombre, hace falta ser muy torpe para cagarla con una versión del Dance me to the End of Love de Leonard Coen. Es difícil, aunque no imposible.

El caso es que la pareja de jipis que conforma el dúo tenessiano The Civil Wars lo hizo muy bien el día que decidió versionar este clásico del abuelo canadiense más famoso del panorama musical.

A very beautiful cover for a very beautiful song.

 

lunes, 17 de junio de 2013

200 Años de... El nacimiento de Giuseppe Verdi (1813-1901).

No sé si recordarán que hace unos pocos meses dedicábamos un post a conmemorar el segundo centenario del nacimiento del compositor alemán Richard Wagner (1813-1883)... No se acuerdan, ¿verdad?... Hala pues, da igual

El caso es que, como el compositor italiano Giuseppe Verdi nació el mismo año que Wagner, nos vemos en la obligación de celebrar hoy... los doscientos años del nacimiento del que es, seguramente, el más celebrado compositor italiano de óperas. Y la ópera, en Italia y Alemania, era, en el siglo XIX, un tema muy, muy serio. Algo había que hacer a falta rivalidades del estilo de Beatles vs. Rolling o Blur vs. Oasis.


Dos pinceladas de la rivalidad artística de estos dos grandísimos compositores:

1.- Esto es lo que opinaba Wagner de la ópera italiana, así, en general: "Donizetti y esa gente...". A Verdi, ni lo mentaba.

y 2.- Esto es lo que opinó Verdi a la muerte de Wagner (recordemos que el italiano sobrevivió casi 20 años al alemán): "Era grande, pero dejó mucha maldad en su vida". 

Venga pues. Amigos para siempre.

Caldo de cultivo para imaginar duelos de Far West con violines y flautas en lugar de colts y winchesters. La gran distancia que les separaba era la misma que separaba sus concepciones del Arte: para Verdi el Arte debía reconfortar el espíritu humano y para Wagner, transformarlo.

Lo cierto es que entre ambos genios las cosas no fueron a más y siempre se mostraron una respetuosa ignorancia mutua. Pero no se puede decir lo mismo de sus seguidores cuyos míticos enfrentamientos (en la mayoría de los casos, afortunadamente, no violentos) duraron hasta... ¡nuestros días!.

Sí, amigos, 112 años después de la muerte de Verdi, todavía hay quien juego a eso de "¿A quién quieres más?". 

El "Corriere della sera" publicó un artículo en el que se calificaba de "afrenta" el hecho de que el Teatro de La Scala de Milán inaugurara su temporada, precisamente el año del 200 aniversario del nacimiento de Verdi, con una obra wagneriana: Lohengrin.


En serio, así están las cosas en algunos círculos clásicos. Huelen a alcanfor.

Mantengamos pues una prudente distancia de seguridad de estos chalados tifosi - melómanos y militemos en eso que decía el sabio cuando le preguntaron "¿eres más de tetas o de culos?" y respondió: "¿PERO ES QUE HAY QUE ELEGIR?". No en la era youtube.

Bienaventurados y afortunados aquellos que el pasado 30 de mayo pudieron asistir a una de las más sensatas iniciativas musicales de este año. En un marco incomparable, los jardines del palacio de Schönbrunn (Viena), el maestro Lorin Maazel dirigió a la Orquesta Filarmónica de Viena que interpretó, salomónicamente, fragmentos de obras de Verdi y Wagner.

Pero a mí, si alguien menta a Verdi, lo primero que me viene a la cabeza es Pavarotti y su MAGISTRAL versión del Di Quella Pira de la ópera Il Trovatore: 

miércoles, 12 de junio de 2013

Meme. Diez películas que me hicieron llorar.

Los hombres sí lloran.


Dicen los científicos que si lloramos viendo una película es debido a que la oxitocina de nuestro cerebro nos juega una mala pasada y nos impide diferenciar, en esos momentos de empatía cinéfila, los hechos ficticios de la realidad. El caso es que yo estoy convencido de que aguantarse las lagrimillas es malísimo para el cuerpo, así que no me suelo cortar a la hora de lloriquear como una nenaza si la película me toca la fibra, una fibra que suele ser, casi siempre, la melodramática. Y si está enfatizada por una banda sonora de las que quitan el hipo, pues mejor.

Aquí va, en respuesta al post de Ciudadano Noodles, un convencional listado de 10 películas, con sus 10 escenas, que me hicieron llorar a mí, que soy todo un machoman:

* Up (2009, Pete Docter y Bob Peterson). Up tiene el honor de ser la película que más veces me ha hecho llorar. Y no queda ahí la cosa, porque su poder lacrimógeno es tan intenso que alcanza a mi sensibilidad auditiva. Es decir, yo escucho la banda sonora de Michael Giacchino y me entran ganas de llorar. En Up encontramos la agonía existencial que le debe entrar a uno cuando se nos acerca la hora de decir adiós a este mundo, que será muy cochino y muy de todo, pero que nadie quiere abandonar ni a tiros. Yo le prometí a mi mujer que haría todo lo posible por hacerla feliz y para que consiguiera materializar sus sueños pero... Joder, es que no puedo seguir...

* Brockeback Mountain (2005, Ang Lee). Esta película contiene el que es, para mí, el más conmovedor final de la Historia del drama romántico o cuando la desolación por la pérdida de un ser amado es tan intensa que no te queda otra que aferrarte al recuerdo que nace de abrazar una vieja camisa manchada de sangre. La banda sonora de Gustavo Santalaolla hace el resto. "Jack, I swear"... Mítico final:


* Million Dollar Baby (2004,  Clint Eastwood). Las monjitas nos decían que cuando hacíamos llorar a nuestras mamás, hacíamos llorar al niño Jesús y las muy beatas nos daban a entender que era más grave esto último. Nunca estuve de acuerdo con ellas pero el caso es que este mismo principio es el que aplica para Million Dollar Baby:  "Cuando Tito Clint llora, Mr. Lombreeze llora". No es muy frecuente eso de ver salir del cine a un montón de adultos con los ojos enrojecidos. "El aire acondicionado". Claro, claro, yo creo que es más bien cosa del "Mo Cushla".

* El Gran Desfile (1925, King Vidor). A El Gran Desfile le dedicamos un post muy bonito que casi nadie leyó. Ni falta que hacía. Eso sí, lo de perderse los vídeos de las emocionantes escenas de la película ya tiene más delito. Éste resulta devastador para mi sensibilidad y para mis lagrimales. Y eso que no tengo hijos:



Esta película es una obra maestra del cine, pero que muy gorda.
De verdad que se pierden algo grande si no la han visto todavía.

* Esplendor en la Hierba (1961, Elia Kazan). Que un amor hermoso, como es el primer amor adolescente, muera sepultado bajo los terribles estragos de la represión sexual es algo que destroza al más pintado. A la protagonista de esta obra maestra de Elia Kazan le costó incluso su salud mental. No era para menos. El antológico final de Esplendor en la Hierba es tan absolutamente conmovedor que no hay generación de cinéfilos que se resista a sus encantos. Una de mis películas favoritíiiiiiiiiiiisimas. Una maravilla del Séptimo Arte. Su belleza perdura en mi recuerdo.

* Los Puentes de Madison (1995, Clint Eastwood). Hay una fiebre o moda o yoquésé entre una parte de la cinefilia que consiste en afirmar que Los Puentes de Madison no es para tanto, que es una ñoñería... Hala pues. Para mí sí que fue para tanto y para muchísimo más. En Los Puentes de Madison se nos habla de un amor que se sitúa en esa edad que vivimos entre Esplendor en la Hierba y Dejad Paso al Mañana. Y es que cada etapa de la vida tiene sus propios y, a veces, insalvables escollos sentimentales que son de diferente naturaleza pero de idénticos devastadores efectos para el alma.

* Los Paragüas de Cherburgo (1964, Jacques Demy). Este musical me pilló con la guardia baja, lo reconozco. Su trama es folletinesca y trata sobre un amor sino imposible al menos sí bastante complicado por culpa de la falta del dinero, que es algo que las suegras no suelen perdonar a sus futuros yernos (afortunadamente no es mi caso). Además los personajes cantan. Todo esto nos predispone en su contra pero, claro.., sale Catherine Deneuve con 21 añitos y se escucha el inmortal tema musical de Michel Legrand. Total, que cuando el joven Guy, mecánico de profesión, se tiene que ir dos años a Argelia a hacer la mili y su pobrecita novia le despide en la estación...


Joder, no se descojonen. Si es que son ustedes de piedra...

* Murieron con las Botas Puestas (1941, Raoul Walsh). Sin comentarios. A veces pienso que tiene bemoles que la más bella escena romántica jamás filmada sea la que incluye este western de aventuras. "Ha sido un honor...", hala, ya estoy llorando otra vez. Atentos a la musiquita que suena de fondo. El que no llore tras admirar esta escena que se lo haga mirar:


* La Hora 25 (1967, Henri Verneuil). La recomendábamos aquí. Contiene varias escenas muy emotivas, pero su final es termendo. ***SPOILER*** Jannos vuelve a casa y se reencuentra con su esposa, sus hijos legítimos y otro hijo muy rubio que es el fruto de otra violación más de los soldados del Ejército Rojo que reconquistó Rumanía***FIN DEL SPOILER***. La primera vez que la vi en la tele (en la Segunda Cadena, dónde si no) lloré tanto que mi padre vino  a ver si me pasaba algo...

* El Fuego de la Venganza (2004, Tony Scott). Me encanta esta película. Creo que no está muy bien vista ni entre la cinefilia intelectual ni entre los amantes del género de acción. Puede que la historia se quedase en tierra de nadie pero a mí me tocó la fibra. Una trama que gira en torno al tópico de la búsqueda de la redención. La expiación final del protagonista resulta desgarradora. Carlos Varela cantaba "Una palabra" y, mientras tanto, nosotros a por pañuelos.

 

lunes, 10 de junio de 2013

Pioneros de la Fotografía. El primer ser humano fotografiado (1838).


¿Lo ven?. Está en la esquina inferior izquierda. ¡Limpiándose los zapatos!.


El protagonista de la foto decidió parar a sacar brillo a sus zapatos y esos minutos que empleó el limpiabotas en llevar a cabo su faena coincidieron con los 10 minutos de exposición que necesitaban las cámaras de la época. Así que el anónimo e involuntario pionero entró en la Historia de la Fotografía por, como se dice por mi tierra, escoscado.. 

El Autor de la foto: cómo no... Louis Daguerre.

Hablando de primeras cosas y de fotografía: 

jueves, 6 de junio de 2013

200 Años de... La Victoria de Wellington aka. La Batalla de Vitoria (1813, Ludwig van Beethoven).

Cuenta la leyenda que, tras conocer la noticia de la auto coronación como Emperador de Napoléon de manos de Napoléon, Ludwig van Beethoven rompió, enfurecido por semejante acto de soberbia totalitaria, la dedicatoria al francés que originariamente encabezaba su Tercera Sinfonía (1804).

Así fue como la sinfonía que inauguró el Romanticismo musical, la Tercera Sinfonía de Beethoven (una de las obras más revolucionarias y trascendentales de la música clásica occidental), pasó de subtitularse "Bonaparte" a "Heroica" (que mola bastante más). Beethoven había calado a Bonaparte y se dio cuenta de que Napoleón había mutado de idealizado representante en la Tierra de las ideas de la Ilustración a simple tirano, que es mucho más mundano.

El 21 de junio de 1813, José Bonaparte salió por patas (más concretamente por las patas de su caballo) de Vitoria ante el imparable avance de las tropas anglo-portuguesas y españolas que vapulearon a los gabachos en la Batalla de Vitoria. La victoria supuso, prácticamente, el fin de la ocupación napoleónica de la Península Ibérica.

El descalabro gabacho no fue mayor porque los ejércitos de Wellington decidieron dejar de perseguir a los franchutes para dedicarse al saqueo de todas las riquezas expoliadas que abandonaron en su huida. Poca cosa: unos 100.000.000 de dólares al cambio actual.

Wellington dedicó a sus heroicas tropas esta hermosa dedicatoria: 
"son la mayor escoria de la tierra"

Y no precisamente por el hecho de dejar de matar franceses sino porque el pobre duque "solamente" pudo pillar 275.000 francos y 83 cuadros de Velázquez, Tiziano, Raphael and friends que actualmente pueden ser contemplados en el Museo Wellington de Londres. 

Semejante gesta se merecía un homenaje musical, claro que sí. Y, para ello, Beethoven compuso su célebre obra La Victoria de Wellington, enésimo ejemplo de obra popularísima que un creador encuentra, sin embargo, una p**a mi**da. Beehtoven consideraba que esta obra era una "estupidez" debido a su simpleza pero lo cierto que es la razón de esta sencillez que minusvaloraba la obra a los ojos del maestro se hallaba en sus buenas intenciones: recaudar fondos para los heridos de guerra. 

Pulsen play y díganme cuántos marcos hubieran dedicado ustedes a tan noble causa. 
Les prometo que el final es impresionante:

lunes, 3 de junio de 2013

Clásicos Imprescindibles. Tarde de Perros (Sidney Lumet, 1975). Una vez padecí el síndrome de Estocolmo.

Hace unos meses recomendamos una película española (sí, en serio), El Mundo es Nuestro, que fue descrita, muy acertadamente, por nuestra amiga bloguera maraminiver como "Tarde de Perros a la andaluza". Así que hoy, pese a que esta obra maestra de Sidney Lumet es muy (re) conocida y no necesita que un gusano como yo la recomiende oooooooootra vez.., ¡voy a recomendarla oooooooootra vez! por si todavía hay por ahí algún despistado que no la ha visto.

Quiero confesarles que una vez yo padecí el Síndrome de Estocolmo. Fue hace muchos años cuando vi por primera vez Tarde de Perros...


Sonny (Al Pacino) y Sal (John Cazale) son dos perdedores que tienen la genial idea de atracar un banco de Brooklyn. Pero lo que estaba planificado como una intervención rápida acaba convirtiéndose en un follón de padre y muy señor mío durante varias horas. La cosa se complica debido a la contundente intervención de la policía que llama la atención de multitud de viandantes que llaman la atención de multitud de medios informativos que llaman la atención de una multitud, todavía mayor, de espectadores. Todos ellos terminarán por convertir lo que comienza con espíritu de atraco express en un circo en el que media ciudad de NY participará como público. Los promotores de la película lo resumieron así: "250 policías, 8 rehenes y 2.000 espectadores nunca olvidarán lo que sucedió". 

Pero Sonny cree encontrar una salida a su complicada situación en la fuerza de negociación que le dan sus ocho rehenes, así que, muy optimista, propone al negociador de la policía un sencillo trato: quiere un helicóptero que les lleve hasta un reactor que les traslade fuera del país...

Tarde de Perros se sostiene sobre tres patas fundamentales: Protagonista 1 + Protagonista 2 + Guión. 

Al Pacino y John Cazale habían coincidido en El Padrino (1972) en los papeles de Michael y Fredo Corleone respectivamente. Por su parte, Pacino ya había estado a las órdenes de Lumet en Serpico (1973) y este triángulo estelar volvió a generar la química necesaria para  parir otra obra clave de la cinematografía norteamericana de los años 70.

Es cuasi milagroso que Pacino recreara sobriamente (sin los excesos a los que es tan propenso) el personaje del desdichado Sonny. Afortunadamente, Pacino venía con la lección aprendida de su experiencia con Coppola quien se había esforzado en contener sus incontenibles tics. John Cazale volvió a bordar, de nuevo, su actuación de ese arquetipo al que su enclenque físico le condicionaba; un personaje frágil e inseguro con el que fácilmente simpatiza el espectador. Y Lumet los dirigió maravillosamente bien gracias, en gran parte, al perfecto guión, repleto de sensacionales diálogos, de Frank Pierson, merecidísimo ganador del Oscar ese año.

Aunque es de justicia recordar que todos los actores, muy imbuidos del espíritu interpretativo setentero, improvisaron, durante el rodaje, muchas líneas de esos diálogos y también algunas situaciones. Cuenta la leyenda que la célebre conversación telefónica de Sonny con su amante es completamente improvisada

¿El resultado?. Es imposible no empatizar con estos dos parias que se ganarán el apoyo del público y la complicidad de algunos rehenes, gracias a algunos gestos de improvisada propaganda demagógica como sus míticos gritos de "Attica!, Attica!" con los que consiguen rodearse de un áurea de justicia robinwoodiana.



Reconozcámoslo: es fácil estocolmorizarse ante una pareja de atracadores con apariencia de ser incapaces de matar una mosca que no pueden disimular todo el patetismo inherente al hecho de entrar a robar un banco sin un plan elaborado.

Insisto, Tarde de Perros tiene uno de los mejores guiones de la Historia del Cine, está rodada con un ritmo narrativo impecable, contiene momentos muy divertidos, otros muy dramáticos (e incluso melodramáticos) y algunos trágicos. Todo ello barnizado con unas pinceladas de denuncia social: las imágenes del comienzo dejan clara la posición de los autores ante las desigualdades entre ricos y pobres que no comparten fortuna pero si comparten convivencia en una gran ciudad como NY en la que unas pocas manzanas separan la miseria de la opulencia.

Lumet y Pierson dirigen, además, su dedo acusador hacia los medios de información y lanzan su particular Je accusse contra su perversa propensión a convertirlo todo en un show obsceno e hipócrita: que se mate a quien sea pero, por favor, que no se escuchen palabras mal sonantes en antena.

¿La bonda sonora de la película?, no aporta mucho. ¿Por qué?, porque no existe. Tras una horripilante canción de Elton John en los créditos iniciales, no vuelve a oírse una nota musical durante el resto de las dos horas que dura la historia. Recuerden que fue en la década de los 70 cuando comenzó a ponerse de moda lo de susituir los scores originales por canciones populares (era más barato y a la gente parecía gustarle incluso más, o sea, esto tampoco lo ha inventado Tarantino).

No se pierdan Tarde de Perros, una de las mejores películas de los años 70, una década del cine norteamericano gloriosa. La mejor en lo que a equilibrio entre comercialidad, calidad y compromiso social se refiere. Una década llena de italoamericanos en la que las estridentes bandas sonoras de Alfred Newman eran cosa del pasado y el espectador podía disfrutar de las imágenes sin sufrir el acoso de orquestas berlozianas (incluso John Williams se moderaba en aquellos días).

Éste es uno de mis diálogos favoritos de toda la Historia del Cine:


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