"Somos los libertadores de Berlín, no los conquistadores."
Así habló
Nikolai Berzarin, primer comandante soviético de la ciudad de Berlín, tomada por las fuezas del Ejército Rojo en
abril de 1945. Seis años de Guerra Mundial dejaron el tristísimo balance de 60 millones de muertos a lo largo y ancho del planeta, de los cuales más de
20 millones los puso la Madre Rusia, la URSS. Aproximadamente la mitad fueron militares y la otra mitad fueron civiles asesinados por las tropas nazis. Y por eso muchos dicen que
la Guerra se ganó en el Frente Oriental. Los alemanes comenzaron a guerrear contra los eslavos, porque "eslavo" y "esclavo", (Untermenschen= subhumanos), les sonaba muy parecido y concluyeron que debía de ser la misma cosa. Así que se lanzaron a la conquista del Este, -al revés que John Ford-, en busca de su espacio vital, o "Lebensraum", con sus panzerdivisionen y su guerra relámpago de las narices. Lo que querían era básicamente esclavizar a sus habitantes y explotar todos los recursos naturales desde Polonia hasta los Urales. Esto es así de sencillo por muchos adornos que se le quieran poner al asunto.
"En los campos de los prisioneros de guerra soviéticos, después de haberse comido todo lo que era posible, incluyendo las suelas de sus botas, ellos han empezado a comerse unos a otros, y lo que es aún más serio, se han comido también a un guardia Alemán".Hermann Goering, hijodeputapeligroso ("bad motherfucker").Nosotros no nos podemos hacer una idea de lo que es una guerra, -si acaso un poco gracias al cine y los documentales-, porque somos la generación con más suerte de la Historia de la Humanidad, pero los desafortunados protagonistas y afortunados supervivientes dicen que es una cosa terrible.
Aunque hasta en el infierno hay categorías, según decía Dante y por eso la ocupación nazi de países como Francia, Bélgica, Holanda y demás habitantes de razas "similares" a la alemana, fue menos traumática que las aniquilaciones nazis de los pueblos eslavos. A las eslavas no les hacían asco estos súperhombres-súpernazis-súperhijosdeputa, y las violaban y mataban tan tranquilos.
Cuando los soviéticos entraron en Berlín e izaron la bandera roja, con su hoz y su martillo, en lo alto del Reichstag, la población berlinesa sabía que la amenaza del revanchismo de los soldados del Ejército Rojo pendía sobre sus cabezas. Si encima eras berlinesa, o sea hembra, los peligros es que te venían ya por todas partes. Una de las protagonistas lo contó hace poco en la tele más o menos así:
"Estábamos en el refugio subterráneo y de repente apareció un soldado soviético. Era uno de esos uzbekos, o de alguna zona de Asia Central. Se acercó a una chica que estaba a mi lado y dijo: "Mujer". Agarrándola del brazo, la llevó a un cuarto contiguo. Todos sabíamos entonces lo que iba a pasar en ese cuarto, pero nadie hizo nada. A los pocos minutos apareció de nuevo el mismo soldado, volvió a decir "Mujer" y me arrastró al mismo cuarto donde todavía estaba la primera chica que había elegido. La pobre muchacha estaba tan aterrorizada que se había hecho sus necesidades encima, lo que llevó al soldado a buscar otra "mujer": yo. Forcejeamos. Él me dejó sin sentido de un culatazo y lo siguiente que recuerdo es que me desperté con la falda hecha pedazos. Al menos, seguía viva. Nunca se lo conté a mi marido y él tuvo la delicadeza de nunca preguntármelo.". En Berlín, desde 1945 a 1949 se denunciaron más
de 125.000 violaciones a mujeres y niñas y, según el famoso libro de
Anthony Beevor,
"Berlín: La caída, 1945", unos
dos millones de alemanas corrieron la misma suerte en toda Alemania. Los soviéticos consideraban a las alemanas "botín de guerra" y sus ultrajes, el merecido castigo que la población alemana tenía que recibir como respuesta a las atrocidades que la Wehrmacht había perpretado en la URSS.
Es por esto que tenemos que recordar hoy a Nikolai Berzarin, el primer comandante de la conquistada plaza de Berlín, que con esa generosísima frase que hemos leído al comienzo del post, dio una lección de principios morales a todo el Universo. Y lo más grande de este tipo es que lo suyo no se quedó en palabras o en papeles nada más; Berzarin castigó y persiguió los excesos de sus tropas, priorizó la llegada de alimentos a la población civil alemana, intentó revitalizar la vida social y cultural de la ciudad y ordenó a todos sus soldados el mayor respeto hacia los berliners (casi todos nazis, no nos engañemos).
Lamentablemente Nikolai Berzarin murió en accidente de moto ese mismo año de 1945, tras 55 días en el cargo. Bueno, lo del accidente lo dijeron las autoridades soviéticas. Otras fuentes atribuyen su muerte a un asesinato perpretado por los nazis de la organización terrorista Werwolf.
En fin, el caso es que Berzarin tiene una plaza y un monumento en Berlín. Es éste de la foto y está en la Berzarinplatz de la capital alemana. También es ciudadano de honor de la ciudad, aunque de manera intermitente, porque recientemente fue acusado de haber colaborado con la NKVD en deportaciones de ciudadanos de las regiones bálticas y los alemanes lo honran y lo deshonran al ruso según si gobierna la derecha o la izquierda. Pero ese lado oscuro de Nikolai no está del todo claro y, por ahora, Berzarin conserva la ciudadanía honorífica berlinesa así que, por ahora, para nosotros sigue siendo otro héroe gusano.
Saludos Camarada.Parte de estos trágicos sucesos se cuentan en la película alemana
"Anonima. Una mujer en Berlín", basada en la novela "
Una mujer en Berlín". Está dirigida por
Max Färberböck al que quizás alguno recuerde como director de la notable
"Aimée y Jaguar" (1999), una historia de amor entre la esposa de un oficial nazi y una joven judía (sí, he dicho
UNA joven judía), y que fue
Oso de Plata en Berlín.