Las principales diferencias entre el cine USA y el europeo son que los americanos hablan mucho, meten muchísimos planos por película, los protagonistas no fuman (ahora), casi no enseñan tetas y desde luego nada de pubis peludos ni penes. Los europeos, por su parte, hablan mucho menos, ahorran planos y siempre encontrarán un rincón por el que colar algún desnudo femenino y, si ya son muy modernos, pues entonces masculino.
Cuando los americanos quieren ir de intelectuales miran a Europa, (sobre todo desde la costa Este pues es más fácil), y les ponen a sus pelis más silencios y tetas y culos. Y cuando los europeos miran a los USA, -esta vez a California-, insertan planos por un tubo y hablan por los codos.
Luego está el cine oriental, (próximo y lejano), donde prácticamente no se habla, se hacen bromas incomprensibles para los occidentales y no se desnuda ni cristo. Así cubrimos todas las sensibilidades cinéfilas.
Ya hemos comentado y leído
aquí, la maldición que sobre el cine de
Rohmer lanzó el gran
Gene Hackman.
Para muchos aficionados al cine, la sentencia de Mr. Hackman se puede hacer extensible a todo el cine gabacho desde el año I hasta nuestros días. La culpa de esta injusticia la tiene sobre todo la nouvelle vague, movimiento cuyo nacimiento cumple este año su 50 aniversario.
Qué viene la nouvelleeeeeee!!!
Aunque lo que voy a decir suena poco cinéfilo, a mí la nouvelle vague no me atrae demasiado y, en ocasiones, me aburre bastante. Truffaut es mi favorito de lejos.
Pero hay mucha vida y mucho cine en la Francia si te atreves a enfrentarte a esa gigantesca ola, como hizo el náufrago amigo de Wilson. No es que yo sea un gran entendido de esta filmografía, (los USA y los UK quitan mucho tiempo), pero he visto un buen puñado de películas de los pre-nouvelle vaugerianos Jean Renoir, Jacques Becker, Jean Vigo, Jackes Tati, Jean-Pierre Melville, Jean Cocteau, Robert Bresson o René Clair , (y poco más), y os aseguro que estos tipos tienen un número no despreciable de buenas películas y unas cuantas obras maestras en sus filmografía.
Alguno me dirá que Melville pertenece a la nouvelle vague, pero rememoro en mi cabeza películas suyas como "El silencio de un hombre", "Círculo rojo", "Crónica negra" o "El ejército de las sombras", y no me casan con el estilo, (que no es que sea homogéneo), de los jóvenes modernos de los 50 que crearon el movimiento ése tan famoso a la sombra de "Cahiers du Cinéma", publicación que no he leído en mi vida.
No me voy a alargar hablando ahora de la historia del cine francés, pero tengo que reconocer que sigue siendo una de las filmografías que, tras las de los USA y UK, sigue dándome mayores alegrías.
Olivier Marchal es un actor, guionista, ex-policía y, más recientemente, director de cine que hace 4 años me sorprendió muy gratamente con el majísimo thriller policial "Asuntos propios". Mi incurable pereza me impidió investigar más sobre este señor en su labor como realizador. Y ahí quedo la cosa.
Hace un montón de meses vi la que es su cuarta película, "MR 73", que ahora me entero que se ha estrenado recientemente en España.
Resulta que Marchal es un admirador confeso del cine de Michael Mann, lo que me deja un poco turulato, pues Mr. Mann no está entre mis favoritos, aunque vaya mejorando poco a poco a tras cada película. Pero así es el tema de los gustos personales, no funciona la propiedad transitiva ni el sofismo.
MR 73, -título que hace referencia al revólver Manurhin del año 1973-, nos cuenta la historia del autodestructivo detective Schneider, interpretado por Daniel Auteuil, actor que es el principal responsable de que vea muchas de las pelis francesas de nuestros días, porque es un tío que me encanta. (Aunque por su "culpa" también me he tragado chorradas como pianos del estilo de "Caché" de Michael Haneke. Pero bueno, se lo perdono).
El caso es que Schneider, que ha sido un buen poli durante toda su dilatada carrera, se está enterrando en vida a base de cigarrillos, alcohol e indisciplina, debido al dolor que un trágico drama personal ha dejado para siempre en su existencia y en su alma.
Pese a que se le está yendo la pinza, sigue siendo un inspector de homicidios que tiene una cosa clara: Hay que coger a los malos y meterlos en la cárcel.
En su camino, y en mitad de una investigación de una serie de sádicos asesinatos, se cruzará la joven Justine, (
Olivia Bonamy), cuyos padres fueron salvajamente asesinados hace 25 años por un auténtico
hijodemalamadre al que, afortunadamente, Schneider cazó y metió en la cárcel a perpetuidad. Pero el ahora anciano Charles Subra, (terroríficamente interpretado por
Philippe Nahon), convertido en hombre religioso, tiene serias posibilidades de alcanzar el indulto y la libertad a sus 69 añazos...
Estas dos sencillas, típicas, pero siempre efectivas, tramas entrecruzadas son suficientes para que Monsieur Marchal haya creado
un film muy interesante, en el que, al igual que en su anterior
"Asuntos propios", vuelve a desvelarnos el funcionamiento interno y turbiedades del cuerpo de policía francés.
Una excelente fotografía,
"ritmo francés", (que dice mi mujer), buena banda sonora y, sobre todo, la gran interpretación de Daniel Auteuil con la previsible, pero emocionante, redención incluída, justifican el visionado de la historia.
A mí me encantó la peli y os la recomiendo. Hasta tiene un
toque Waira en su escena final.
Me pongo ahora a localizar y videar en cuanto pueda los dos anteriores trabajos de Marchal: "Gangsters" (2002) y "Un bon flic" (1999).
Por cierto, según rezan los créditos iniciales, la historia está basada en hechos reales.