Lo único que la da sentido a la Vida es la Muerte que es, precisamente, el contrasentido de la Vida. Como decía
Clint el mundo se divide en dos tipos de personas: los que creen que la Vida es un punto y aparte, y los que creemos que es un punto y final (luego están los indecisos que son los de los puntos suspensivos).
Albert Camus ya nos contó en su magistral novela La Peste (1947) que el motivo más "poderoso" para no creer en el "Todopoderoso" es la visión de la agonía de un niño. El niño de Camus tenía una muerte larga y dolorosa. Se hinchaba como un globo y fallecía entre terribles sufrimientos ante las impotentes miradas de médicos, enfermeras y demás desafortunados testigos. El sacerdote de la novela quedaba tan impresionado ante el sufrimiento de ese inocente que, carente de argumentos que justificaran semejante crueldad, perdía, irremediablemente, la razón y terminaba tirando
por la calle de enmedio. Pobrecito, perdió su inocencia muy adulto, mejor le hubiera ido si la hubiera perdido cuando tocaba, de jovencito.
Los griegos decían que los dioses jugaban con los desdichados humanos.
Einstein decía que Dios no jugaba a los dados.
Bohr le replicó a Einstein que él no era quién para decirle a Dios a qué tenía que jugar.
Hawking les replicó a ambos que Dios, a veces, echaba los dados allí donde no pueden ser vistos. Un cura "muy moderno" que yo conocí me preguntó si yo estaba completamente seguro de si
el meteorito que acabó con los dinosaurios no fue, en realidad, un gigantesco dado lanzado por Dios... Y, finalmente,
Homer Simpson puso a todos en su sitio cuando afirmó que
Dios era su personaje de ficción favorito.
Y tras esta introducción, nada gratuita,
Let´s talk about The Tree of Life...
Ya he visto El Árbol de la Vida y, para el que esto escribe, no es una película complicada, incomprensbile o críptica, aunque es evidente que está más abierta a múltiples interpretaciones que la mayoría de las películas que vemos habitualmente. Con todos sus defectos, que los tiene, sigue siendo una película hermosa, evocadora, sincera, accesible, rebosante de sensibilidad (y de música clásica) y, sobre todo, made by and for estetas.
¿Demasiado contemplativa?, puede ser... ¿Demasiado ambiciosa?. Sin duda.
Por otra parte, tampoco me ha parecido que sea una película que se aleje tan drásticamente, como algunos dicen, de la narrativa tradicional a la que estamos acostumbrados.
Lo que sí me pregunto es: ¿Qué tiene de complicado El Árbol de la Vida?. Vale, a lo mejor con un poco de ayuda y algo de formación se entiende mejor pero.., vaya, que tampoco es para tanto. Esta película es básicamente una concatenación de recuerdos autobiográficos de Terrence Malick. "El Árbol de la Vida" es, según el Génesis, el árbol de la inmortalidad del Jardín del Edén. A Terrence Malick se le murió un hermanito a los 19 años de edad. Ahora se acuerda de él y hace una película para compartir con nosotros esas experiencias infantiles que revive hoy con ojos de adulto. ¿Cómo no preguntarse por el sentido de la vida ante la muerte "prematura" de un ser querido?, ¿y cómo no tener en cuenta todo lo que ahora sabemos sobre el origen del universo o sobre el origen y el impepinable fin de nuestro planeta para respondernos a esa pregunta?.
Cierto es que los talibanes, los ultraortodoxos judíos o los fanáticos cristianos no necesitan estos conocimientos porque tienen su fe pero ¡nosotros somos seres racionales! (y supuestamente algo ilustrados). Lo tenemos más difícil que ellos y que nuestros antepasados porque no podemos obviar esos hechos demostrados si queremos atacar la cuestión. La pregunta es "¿queremos?", porque hay mucha gente que ni lo quiere ni necesita la respuesta para encontrarle sentido al arte de vivir. Muchos de los decepcionados con este último trabajo de Malick pertenecerán, seguramente, al materialismo militante. Entiendo su decepción. Yo estuve cerca de sentir lo mismo.
La película también ha decepcionado a aquellos que iban a ver
"la última de Brad Pitt", pero de esto han tenido la culpa, como casi siempre, los publicistas del estudio con sus tráilers manipulados y sus sinopsis que no significan nada
("Un padre autoritario blablabla..."). Muchos espectadores no sabían dónde se metían y yo no puedo reprocharles el que se hayan cabreado por recibir un producto que no querían comprar.
Aunque confieso que
no llego a entender cómo alguien puede aburrirse con los 30 primeros minutos de esta película, pero... ¡si es como un documental de la 2!. Si esos minutos
son una preciosidad aunque no sepas nada de cómo se formó el Universo y nuestro planeta o de cómo comenzó la vida en él.
Y tras estos polémicos minutos, ¿qué tenemos?, pues algo no muy alejado de una trama clásica, aunque narrada, eso sí, de una manera no lineal. Pero miradas y narraciones similares ya las hemos visto antes en múltiples ocasiones (me permito recomendarles, p.e.
El Largo Día Acaba de la que hablábamos
aquí y
Killer of Sheep que reseñaremos próximamente en nuestro blog cuando dediquemos una
semana al cine gafapasta).
Yo soy ateo, muy ateo, por eso intento disfrutar y sacar el máximo jugo posible a la Vida (todo el jugo que mi sueldo me permite), pero si mañana se muere mi hermano (todo el mundo a tocar madera) es muy posible que me pase los próximos cuarenta años soñando con reecontrarme con él en "otro lugar". ¿Y qué tendría eso de malo?.
Una cosa más.
En mi sueños siempre suena música clásica y
mi madre puede volar y hacer otras muchas maravillas que nunca hizo ni hará. Me compadezco de aquellos humanos que, pasados sus treinta añazos, no vayan encontrando por la vida
madalenas de Proust por todas partes, algo que le sucede al personaje de
Sean Penn al encontrarse con ese árbol en mitad de su particular jungla de asfalto.
Moraleja: me ha gustado
El Árbol de la Vida. Ahora bien, me encantaría preguntarle a su director, Terrence Malick, de dónde le viene esa
obsesión suya por filmar siempre las nucas de los personajes de sus películas...
En fin.
¿La Vida es un milagro o una puta casualidad?. Lo primero es más poético. Si lo retorcemos nos encontramos con el misticismo y la trascendencia (yo creo que Malick no lo ha retorcido demasiado). Lo segundo es más realista.
Quédense con, como dijo el maestro Allen, whatever it works para ustedes.Mi profesor de 2º Curso de E.G.B. nos recomendó que fuéramos al cine a ver
2001, Una Odisea del Espacio. Toma ya. Yo le hice caso y pedí a mi hermana E. que me llevara a verla. Por supuesto
no entendimos absolutamente nada, pero curiosamente ambos salimos con la impresión de que la película era hermosa. Se ha comparado a la película de Malick con la de
Kubrick. Yo no les encuentro demasiados paralelismos y opino que
Mr. Kubrick le da 100 vueltas a Malick en este particular combate. Quizás sea esa sensación de haber visto algo hermoso que no has terminado de comprender lo que más acerque ambos trabajos. Bueno, eso y
Douglas Trumbull, claro está, quien vuelve a demostrarnos para qué sirven los FX en el cine.
Pero
Kubrick nos preguntó qué pintamos nosotros en el Universo y Malick nos ha preguntado qué pinta su universo entre nosotros.
En cuanto a lo de emplear tanta música clásica... ¡Es que los melómanos somos muy cansinos!.
Mi mujer reconoció muchos de los cortes clásicos de la película de Malick y experimentó
una madalena de Proust en primera persona cuando, durante una determinada escena de
El Árbol de la Vida exclamó:
"¡¡¡Tú me ponías esa música para dormir cuando éramos novios!!!". Se refería a esta música que, curiosamente, aparece muy brevemente en la película, pero parece ser que lo hace durante un tiempo suficiente como para permitir la evocación de bellos recuerdos que parecían enterrados para siempre:
Epílogo. Una vez, cuando yo era chiquitín, mi padre me soltó una hostia de tal magnitud que me dejó bailando una semana. Yo le odié por ello durante un tiempo. Es el único bofetón suyo que recuerdo haber recibido. El motivo: el pequeño misterlombreeze le había dado una patada a la puerta del baño. No sé qué cabreo tonto pillé y le hice una agujero bastante hermoso que todavía hoy, casi 30 años después, puede contemplarse en un modesto piso del barrio de las Delicias de Zaragoza. Siempre que veo ese agujero recuerdo lo injusto que fui con mi padre. Porque yo me merecía, no ya la hostia que me dio, sino 17 más como ésa. Cuando voy a visitar a mis padres, meto, a veces, mi mano en ese agujero y claro..., me entran ganas de llorar porque ahora caigo en la cuenta de que seguramente mi padre, que no ha jugado nunca a los dados, sabía cuánto le iba a costar reunir la pasta necesaria para arreglar o cambiar la puta puerta. Casi 30 años... Por eso no seré tan cretino como para recordar a mi padre por la hostia que me dio y siempre lo recordaré por las canciones que me cantó.