Me es imposible militar incondicionalmente en ninguno de los dos bandos que se han creado alrededor del submundo del pirateo.
Yo descargo películas, series de tv y música desde páginas como la desaparecida
megaupload, desde foros, desde webs de enlaces (con y sin banners publicitarios) e incluso lo hago vía emule, aunque ya suene como algo
demodé. Lo hago y me quedo tan ancho. Claro, me quedo tan ancho si no lo pienso demasiado, puesto que si me paro a darle vueltas al hecho de que yo he visto, -por ilustrar este asunto con un ejemplo-, las seis temporadas completas de
Dexter, disfrutando como un enano y, a cambio, no he contribuído absolutamente en nada a que los responsables de esta serie de televisión vean reconocido su esfuerzo creativo e interpretativo en forma de dollars pues.., me siento regular. Esto es así.
Para ahogar este gritito de mi conciencia busco en los recovecos de mi inventiva autojustificatoria y comienzo a argumentar: que si el cine y los cds son muy caros (hostias.., ¡el mismo argumento con el que los críos justifican el botellón!), que si la calidad de las copias que exhiben en las salas son malas (y voy y me bajo
dvdscreeners), que si la distribución de según qué tipo de cine (sobre todo en provincias) es pésima o nula (esto es cierto, pero luego resulta que me bajo
El Topo), que si compartir archivos (bonito eufemismo en muchos casos) no es pirateo (y comienza entonces lo de las analogías absurdo-reduccionistas de cuando grabábamos discos en casettes, como si fuera algo comparable), que si yo tengo derecho a acceder a todo el Arte Audiovisual que el mundo contemporáneo pueda ofrecerme, que no hay alternativas razonables de pago, que si los gestores de derechos de copia son unos mafiosos mientras que yo soy un honrado ciudadano que pago mis impuestos y etc, etc, etc. Pfff.., no sé,
¿pamplinas?.No lo tengo claro. Pero tampoco me culpo por mi timoratez porque, como le decía el otro día a mi amigo
Pepe Cahiers, este de
la piratería es un debate muy viciado en un mundo muy gris en donde suelo escuchar solamente voces de blancos o negros. Percibo mucha
hipocresía, demagogia y medias verdades en los cantos de las sirenas que me llegan
desde ambas orillas.
Ni la piratería es la razón única de la crisis de la industria audiovisual clásica (una industria que cuenta de su lado con todo el aparato publicitario de los medios y que tiene tanto poder que consigue que incluso yo baje la guardia y pague por ver mierdas como
Misión Imposible 4),
ni las páginas de enlaces o de almacenaje de archivos son la Reserva Intelectual de Occidente. O sea, ni los creadores de las webs de descargas son los adalides de la Defensa de la Libertad del siglo XXI, ni los creadores de contenidos de las grandes casas discográficas o grandes productoras de cine son los únicos en el mundo que lo están pasando mal (después de muchos años pasándolo muy bien). Ambas partes deberían replantearse sus histéricas e inamovibles posiciones y reconocer su mutua dependencia repetando los derechos del "contrario".
Para ello yo solamente veo un camino:
ceder terreno, como en los problemas de pareja. Los unos se relajan con lo de los incomprensibles derechos de copia de las obras "clásicas" (¿15 años no les parecen suficiente?) y los otros dejan de ensañarse con lo de reventar estrenos cinematográficos o discográficos. Es decir, yo no te pirateo
El Origen del Planeta de los Simios pero no me toques los cojones porque comparta
El Planeta de los Simios. Lo que sí deberían hacer ambas partes es
meter mucha más caña a los principales beneficiados de todo esto: los tipos de las compañías proveedoras de servicios de internet que se están forrando y descojonando con estas luchas mientras se llenan los bolsillos con el cinefanatismo de los frikis y con la inevitable estupidez de la muchachada que le reza a las redes sociales.
Nos tienen bien cogidos por los huevos.
Dicho esto, también tengo claro que todos
debemos estar vigilantes y protestones para que la represión contra internet no se vaya de madre. Hay que quejarse cuando nos sucedan
cosas como la que ya conté aquí, con el fin de evitar que nos tengamos que enfrentar a un futuro distópico en el que nos puedan cerrar nuestro blog por ilustrar alguna de nuestras amateurs pero entrañables reseñas cinematográficas con un inocente fotograma de una película con
copyright.
Tengo que confesar que
mi indignación por el cierre de megaupload ha sido muy escasa y no precisamente por el efecto de la campaña que los medios (los mismos medios que parasitan para sus programas de saldo muchos vídeos que colgamos los simples mortales en youtube y
los mismos medios que, emulando al Pravda, han tenido la desfachatez de proclamar una falacia vergonzosa sobre la recaudación en taquilla del fin de semana siguiente al cierre de megaupload) han orquestado contra el orondo cuerpo de su creador (que a lo mejor era un cretino, pero qué narices me importa a mí eso), sino porque yo sé, al igual que muchos de ustedes, qué es lo que se podía encontrar en
megaupload. Y sí, de acuerdo, reconozco que yo también me he preguntado:
"¿no tiene el FBI nada mejor que hacer que cerrar megaupload y detener a cuatro frikis en Nueva Zelanda?, ¿las redes pederastas no les parece un objetivo como más prioritario?".
En fin, el caso es que creo que
me cabrearé mucho más el día que nos cierren un foro sin publicidad ni ánimo de lucro como pueda ser el ejemplar
divxclasico.com, uno de los pocos sitios en los que un cinéfilo como yo puede encontrar un peliculón como, por ejemplo,
El árbol de los zuecos (
Ermanno Olmi, 1978) gracias al
innegable amor desinteresado hacia el Séptimo Arte que demuestran los posteadores de una página como ésa. Si ese día llega, comenzaré a acojonarme y a encabronarme a partes iguales porque
será la prueba irrefutable de que lo que están combatiendo no es la piratería sino la Cultura.
Eso sí, lo que no entiendo es por qué debería pagar por ver una película española. ¿No la he pagado ya vía impuestos? (toma chascarrillo).
Una antepenúltima cosa, coincido absolutamente con
lo que dijo aquí Pepe Cahiers: los
bloggers como él , como yo mismo y como todos los que me leen
somos acojonantes porque contribuimos a propagar la cultura por el universo. Y la cultura es la más noble virtud que atesora la Humanidad y, posiblemente, su
única esperanza de salvación frente a la barbarie de los totalitarios que quieren que sigamos oyendo la misa en latín, para que no nos enteremos de nada. Internet es la intelectualización libertaria de la masa, que somos nosotros y nosotros somos cojonudos aunque trabajemos haciendo fotocopias. Internet es la Imprenta, el Renacimiento y la Enciclopedia. Pero
para cumplir con esta sagrada misión no necesitamos ni los últimos estrenos de Hollywood ni el último disco de Pablo Alborán. Y es que
algunos amigos no son sino el enemigo en casa.
Una penúltima cosa. Lean también
este post de Angel y
este otro de Dvd porque son amigos míos y porque complementan con sus visceras mis adormiladas neuronas.
Y aquí viene
la última cosa de hoy: no puedo cerrar este post sin rendir un
homenaje al porno de Internet, responsable de los mejores momentos que yo he vivido delante de la pantalla de un ordenador. El día que se metan con mis húngaras favoritas.., ¡entonces sí que me echo al monte con el trabuco!. Y esto va por vosotros meapilas católicos, musulmanes y demás fauna del estilo.
Pffff, vaya ladrillo que he soltado.
¿Qué tal un poco de pirateo?. Disfruten de
Diesel Smoke, Dangerous Curves, un temazo del último disco de
The Little Willies.